miércoles, mayo 06, 2015


El final esperado

Alguien, presumiblemente Bob Arum, bautizó al encuentro entre Mayweather y Pacquiao como “el combate del siglo”, y el promotor es un hombre con buena memoria boxística. Valoró, claro, los números que está sumando, y que por si solos lo hacen histórico: el más visto, con mayores ganancias, en donde cada centímetro del calzón del peleador tiene un precio; y recordó otras convocatorias en el cuadrilátero a las que se colocó esa etiqueta.
Al vuelo de la pluma recuerdo dos: Johnson-Jeffries, en 1910; y Alí-Foreman en 1974. Curiosamente, esas batallas fueron reseñadas por grandes escritores: Jack London en un caso y Norman Mailer en el otro. La primera tenía el contexto de un malestar en los Estados Unidos por tener un primer campeón de peso completo de raza negra, por lo que revivieron a Jeffries (la “gran esperanza blanca”), ya en el retiro, para sacrificarlo entre las cuerdas. En Reno, la gente gritaba aterrorizada: “¡Que no lo noquee el negro, que no lo noquee el negro!” Fue un “combate del siglo” por lo que lo rodeó, no deportivamente. El otro, el de Alí-Foreman, sí es redondo en cuanto a las expectativas generadas y el resultado en el ring, porque era el regreso del “más grande” luego del castigo recibido al negarse a ir a Vietnam; y por el récord impresionante de Foreman, que saltó como favorito. La pelea se definió a favor de Alí en el octavo asalto.
¿Cuánto ganó Johnson por vencer a Jeffries? Cien mil dólares. ¿Cuánto ganaron Alí y Foreman? Cinco millones de dólares cada uno. ¿Cuánto se embolsarán Pacquiao y Mayweather? Entre cien y ciento cincuenta millones de dólares.
Pese al crecimiento desmesurado en los números, la actualidad boxística es un triste remedo del pasado. El ruido televisivo convierte en espectáculos mayores cosas que no valen la pena. Por mantener esa industria en movimiento, con facilidad se fabrican carreras. Es un boxeo que crea castillos en el aire. La televisión abierta mexicana por casi una década se olvidó del boxeo (en el dominio del pago por evento), y cuando creyó que podía darle buenas ganancias, volvió a él para sostenerlo a como dé lugar, con lo que haya a la mano. Es agobiante ponerse frente a la pantalla e intentar ver una pelea; el que lo intenta libra su propio combate contra el bombardeo de anuncios y lo gris del espectáculo. Los tres minutos de cada round se alargan en tres minutos de anuncios. Y luego resulta, además, que la gloria nacional, llevada a los altares por los medios, o enfrenta a un espantapájaros o pierde sin dignidad… para pedir al final una revancha. Son globos que se inflan y desinflan fácilmente.
Más que un gran peleador, Mayweather es un buen administrador. Es un empresario exitoso de sí mismo que aplica ese talento en el cuadrilátero; casi se diría que gana por cansancio del contrincante, pues lo obliga a perseguirlo y soltar golpes hasta crear las condiciones favorables para el contraataque. Acaso aplica aquello de “más que buscar el acierto, evitar el error”, que dio buenos resultados a Bioy Casares al escribir La invención de Morel. La fórmula puede resultar interesante en la literatura pero aburrida en el ring. ¿Así será el encuentro con Pacquiao? Previsiblemente. No un boxeo frontal, de dos fuerzas que buscan la victoria, sino alguien que va hacia adelante, con sed de triunfo; y otro que observa, mantiene su distancia, se cubre con el hombro y ataca cuando siente la fatiga del oponente.
El problema, me parece, es la industrialización del espectáculo: el cine deja de ser arte cuando busca ganancias millonarias, la literatura se aligera para ser best seller y el boxeo, que debería concentrar emociones, administra sus flaquezas (con acento en el reality, la preparación de los combatientes, todo ese ruido exterior)… Las cintas de temporada, los llamados blockbusters, en el futuro serán considerados como ridículos; el libro de primavera ni siquiera llegará al verano, porque su apuesta literaria es pobre; y los “combates del siglo” lo serán por las sumas millonarias que impliquen y la promoción espectacular, mas no por lo que vaya a ocurrir en el ring. Salvo que suceda algo excepcional, al final acaso diremos: “No era para tanto”.

Mayo 2015

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