HÉROE DE LA CLASE TRABAJADORA
Se trata de una rara locura mexicana. Quizá se manifieste en varios países pero tal vez no con la intensidad y constancia que se da entre nosotros. Fue extraña, por ejemplo, la reunión de fieles beatlémanos en una tienda de discos de la Zona Rosa el 9 de octubre pasado para celebrar el cumpleaños 65 de John Lennon: hubo pastel y grupo de tributo (uno de los tantos que circulan por la República), en el lanzamiento de la antología Working Class Hero. Fue inverosímil, además, asistir este fin de semana a uno más de los festivales en torno al Cuarteto de Liverpool que se realizan, siempre a principios de diciembre y desde hace once años (a iniciativa de Ricardo Calderón, del club Seguimos Juntos), en un espacio cercano a La Villa de Guadalupe, con grupos de disfrazados coveristas, conferencias y venta de discos, películas, playeras, chamarras, calcetines, carteles y toda la memorabilia que pueda imaginarse. Este jueves próximo, a un cuarto de siglo del asesinato de Lennon, habrá sin duda conmemoraciones en distintas ciudades, a la espera o con la llegada del dvd de la cinta documental Imagine (Andrew Solt, 1988). Y se escucharán de lunes a viernes, como ha venido ocurriendo desde tiempos inmemoriales, dos horas de música beatle (a las ocho de la mañana y a las 13 horas) en la radio de frecuencia modulada.
¿Por qué la beatlemanía persiste en México? Cuenta el mito que el 28 de agosto de 1965, en pleno diazordacismo, los Beatles (o los Beaceps, como les llama José Agustín en De perfil) pudieron haberse presentado en el estadio de la Ciudad Deportiva, hoy conocido como el Estadio Azul... pero las autoridades temieron que su presencia provocara alborotos y cancelaron el concierto. Es decir: nunca se les escuchó en vivo, los discos y las películas llegaban con gran retraso, ¿qué los hace tan entrañables? En un texto de diciembre de 1980 (incluido en Crines: otras lecturas de rock, 1994), propone Héctor Manjarrez lo siguiente: en los años sesenta los Beatles fueron el grupo que mejor expresó a un mayor número de gente; siempre respondieron en el momento preciso a lo que sentían sus coetáneos, e incluso muchas veces se anticiparon. Lo que se vive hoy es eco de esa época, pero además las composiciones de George Harrison, John Lennon y Paul McCartney, sobre todo (sin menospreciar a Ringo), han desarrollado sus propias raíces. Ciertas piezas de los Beatles (sigo a Manjarrez) pueden resonar a nuestros oídos como los lieder de Schubert y Schumann a los oídos del siglo XIX: música popular con toda la armonía, toda la nostalgia y todo el deseo de su tiempo.
En el prólogo a la nueva edición de la biografía oficial, asombra a Hunter Davis la permanencia del fenómeno. Escribe: “Quizá lo más sorprendente de los Beatles a lo largo de las últimas décadas sea el hecho de que cuanto más nos alejamos de ellos, más grandes resultan”. En busca de explicaciones, se detiene en siete aspectos. Los tres primeros son la influencia musical, política y comercial: el reconocimiento de los nuevos grupos a los aportes de los Beatles, su posible influencia en cambios sociales (por ejemplo, hay la idea de que ayudaron al colapso de la Unión Soviética) y las ventas actuales de sus discos (el recopilatorio 1 vendió 21,6 millones de copias). Luego está su presencia académica (los Beatles como asignatura escolar), la industria que sigue apoyándose en ellos (los festivales, el turismo en Londres y Liverpool, las disqueras independientes que ofrecen versiones alternas de sus álbumes, los grupos de tributo y los fabricantes de memorabilia), y la presencia de objetos relacionados con el cuarteto en subastas de todo el mundo: en 1999 la letra manuscrita de “I am the Walrus” fue adquirida por ochenta mil libras.
El último punto es el de la bibliografía beatle, ya muy amplia y en franco proceso expansivo: el especialista Mark Lewisohn (autor, entre otros títulos, de The Complete Beatles Recording Sessions: The Official Story of the Abbey Road Years 1962-1970) prepara, para el siguiente lustro, una amplia historia beatle en cuatro o cinco tomos. En español aparecieron este 2005 la biografía de Hunter Davis (Ediciones B) y Lennon recuerda (Aguilar), de James S. Wenner, con las entrevistas completas de 1970 a la revista Rolling Stone, todavía al calor de la ruptura, mismas que generaron un diálogo ríspido con McCartney. Éste respondió primero en Melody Maker y luego en el disco Ram (1971), con la canción de apertura “Too Many People”, en donde le decía a John que sólo era un chico tonto que destruía sus oportunidades. Lennon reaccionó con “How do you Sleep?” (“¿Cómo puedes dormir?”) y “Crippled Inside” (“Lisiado por dentro”), de Imagine (1971), y a la portada del disco de McCartney (con éste sosteniendo los cuernos de un carnero) opuso una postal inserta en el elepé con Lennon tomando por las orejas a un cerdo...
La historia beatle es un asunto al que se va y se viene. Los fanáticos de entonces y de ahora comparten varios traumas: el de la separación es uno, con la posibilidad en los años setenta de que se reunieran de nuevo (hubo la mediación, incluso, de la Organización de las Naciones Unidas); y otro trauma es el del asesinato de John Lennon, el 8 de diciembre de 1980 frente al edificio Dakota en Manhattan, veinticinco años atrás.
Desfase o anacronismo, locura mexicana o universal, el cuento y la música beatle siguen siendo poderosos. Y aunque el sueño terminó, como sentenció Lennon en “God”, el sueño extrañamente continúa.
Diciembre 2005
Se trata de una rara locura mexicana. Quizá se manifieste en varios países pero tal vez no con la intensidad y constancia que se da entre nosotros. Fue extraña, por ejemplo, la reunión de fieles beatlémanos en una tienda de discos de la Zona Rosa el 9 de octubre pasado para celebrar el cumpleaños 65 de John Lennon: hubo pastel y grupo de tributo (uno de los tantos que circulan por la República), en el lanzamiento de la antología Working Class Hero. Fue inverosímil, además, asistir este fin de semana a uno más de los festivales en torno al Cuarteto de Liverpool que se realizan, siempre a principios de diciembre y desde hace once años (a iniciativa de Ricardo Calderón, del club Seguimos Juntos), en un espacio cercano a La Villa de Guadalupe, con grupos de disfrazados coveristas, conferencias y venta de discos, películas, playeras, chamarras, calcetines, carteles y toda la memorabilia que pueda imaginarse. Este jueves próximo, a un cuarto de siglo del asesinato de Lennon, habrá sin duda conmemoraciones en distintas ciudades, a la espera o con la llegada del dvd de la cinta documental Imagine (Andrew Solt, 1988). Y se escucharán de lunes a viernes, como ha venido ocurriendo desde tiempos inmemoriales, dos horas de música beatle (a las ocho de la mañana y a las 13 horas) en la radio de frecuencia modulada.
¿Por qué la beatlemanía persiste en México? Cuenta el mito que el 28 de agosto de 1965, en pleno diazordacismo, los Beatles (o los Beaceps, como les llama José Agustín en De perfil) pudieron haberse presentado en el estadio de la Ciudad Deportiva, hoy conocido como el Estadio Azul... pero las autoridades temieron que su presencia provocara alborotos y cancelaron el concierto. Es decir: nunca se les escuchó en vivo, los discos y las películas llegaban con gran retraso, ¿qué los hace tan entrañables? En un texto de diciembre de 1980 (incluido en Crines: otras lecturas de rock, 1994), propone Héctor Manjarrez lo siguiente: en los años sesenta los Beatles fueron el grupo que mejor expresó a un mayor número de gente; siempre respondieron en el momento preciso a lo que sentían sus coetáneos, e incluso muchas veces se anticiparon. Lo que se vive hoy es eco de esa época, pero además las composiciones de George Harrison, John Lennon y Paul McCartney, sobre todo (sin menospreciar a Ringo), han desarrollado sus propias raíces. Ciertas piezas de los Beatles (sigo a Manjarrez) pueden resonar a nuestros oídos como los lieder de Schubert y Schumann a los oídos del siglo XIX: música popular con toda la armonía, toda la nostalgia y todo el deseo de su tiempo.
En el prólogo a la nueva edición de la biografía oficial, asombra a Hunter Davis la permanencia del fenómeno. Escribe: “Quizá lo más sorprendente de los Beatles a lo largo de las últimas décadas sea el hecho de que cuanto más nos alejamos de ellos, más grandes resultan”. En busca de explicaciones, se detiene en siete aspectos. Los tres primeros son la influencia musical, política y comercial: el reconocimiento de los nuevos grupos a los aportes de los Beatles, su posible influencia en cambios sociales (por ejemplo, hay la idea de que ayudaron al colapso de la Unión Soviética) y las ventas actuales de sus discos (el recopilatorio 1 vendió 21,6 millones de copias). Luego está su presencia académica (los Beatles como asignatura escolar), la industria que sigue apoyándose en ellos (los festivales, el turismo en Londres y Liverpool, las disqueras independientes que ofrecen versiones alternas de sus álbumes, los grupos de tributo y los fabricantes de memorabilia), y la presencia de objetos relacionados con el cuarteto en subastas de todo el mundo: en 1999 la letra manuscrita de “I am the Walrus” fue adquirida por ochenta mil libras.
El último punto es el de la bibliografía beatle, ya muy amplia y en franco proceso expansivo: el especialista Mark Lewisohn (autor, entre otros títulos, de The Complete Beatles Recording Sessions: The Official Story of the Abbey Road Years 1962-1970) prepara, para el siguiente lustro, una amplia historia beatle en cuatro o cinco tomos. En español aparecieron este 2005 la biografía de Hunter Davis (Ediciones B) y Lennon recuerda (Aguilar), de James S. Wenner, con las entrevistas completas de 1970 a la revista Rolling Stone, todavía al calor de la ruptura, mismas que generaron un diálogo ríspido con McCartney. Éste respondió primero en Melody Maker y luego en el disco Ram (1971), con la canción de apertura “Too Many People”, en donde le decía a John que sólo era un chico tonto que destruía sus oportunidades. Lennon reaccionó con “How do you Sleep?” (“¿Cómo puedes dormir?”) y “Crippled Inside” (“Lisiado por dentro”), de Imagine (1971), y a la portada del disco de McCartney (con éste sosteniendo los cuernos de un carnero) opuso una postal inserta en el elepé con Lennon tomando por las orejas a un cerdo...
La historia beatle es un asunto al que se va y se viene. Los fanáticos de entonces y de ahora comparten varios traumas: el de la separación es uno, con la posibilidad en los años setenta de que se reunieran de nuevo (hubo la mediación, incluso, de la Organización de las Naciones Unidas); y otro trauma es el del asesinato de John Lennon, el 8 de diciembre de 1980 frente al edificio Dakota en Manhattan, veinticinco años atrás.
Desfase o anacronismo, locura mexicana o universal, el cuento y la música beatle siguen siendo poderosos. Y aunque el sueño terminó, como sentenció Lennon en “God”, el sueño extrañamente continúa.
Diciembre 2005
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