Vilaür, España.— Para llegar a Vilaür, un pequeño pueblo español que Inka Martí y Jacobo Siruela han puesto en el mapa editorial, hay que tomar un tren en la estación Sants de Barcelona con destino a Portbou, en el camino de Girona. Es la Ruta 11. Según el itinerario oficial, hay una salida a las 11:16 que se detiene unos segundos en Camallera, casi dos horas más tarde, justo a las 13:13. Así ocurre. Como en el comienzo de un relato fantástico, el paisaje luce entonces hasta cierto punto desolado, con el sol pegando a plomo. Un hombre se extraña al ver surgir de las vías un par de sombras y pregunta:
—¿De México? Jacobo estuvo aquí, se acaba de ir. Me confundí y le dije que no había bajado nadie. No se preocupen, yo los llevo. Me llamo Félix.
Va y viene Félix por Camallera en busca de las llaves de su automóvil; no sabe si las tiene en su negocio, un pequeño bar, o en la casa. A los pocos kilómetros de viaje hacia Vilaür se topa con Inka Martí, que ha adivinado la confusión y llega al rescate de los invitados al almuerzo. La distancia es corta y los dos coches, el de Inka y el de Félix, arriban casi parejos a esa casa sin número de la calle Mas Pou, una construcción del siglo XVIII con vista a los Pirineos, sede oficial de la editorial Atalanta. Abre la puerta Jacobo Siruela.
La pasión por editar
El proyecto común de Jacobo e Inka ha sido un desafío con varias vertientes: una editorial de alcance hispanoamericano está instalada, con una infraestructura mínima, en un pequeño pueblo del norte de España; contra las leyes del mercado, se apuesta no por lo más comercial sino que, al viejo estilo, es el gusto de los editores el que arma el catálogo.
—Ser editor no es para mí un oficio, es una pasión —explicará luego Jacobo Siruela—. Yo había vendido mi editorial y me había retirado al campo. El reto consistió en averiguar si era posible en el siglo XXI crear y desarrollar una editorial desde aquí. Y después de casi seis años en el mercado hemos demostrado que sí se puede.
Inka procedía del mundo de la televisión; era una figura familiar ante las cámaras en programas de tipo cultural. El encuentro con Jacobo le cambió la vida. Dice: “Aprender la producción para editar un libro representó un reto fascinante. Al principio pensé que hacer un libro sería lo más sencillo del mundo: ¡gran equivocación! Parece mentira que algo de apariencia tan humilde como el libro encierre una enorme complejidad”.
—¿Ha cambiado tu percepción del trabajo editorial de la etapa de Siruela a esta nueva etapa? —se le pregunta a Jacobo F. J. Stuart, hijo de la duquesa de Alba, él mismo conde de Siruela.
—Atalanta no es una editorial convencional que sigue las pautas y los usos del mercado del libro. Al plantearme este nuevo proyecto, comprendí que sólo tenía sentido si se llevaba a cabo desde un presupuesto de libertad absoluta y persiguiendo unos objetivos puramente culturales y estéticos. Sería grotesco vender tu editorial y retirarte al campo para seguir con los nervios tensos manteniendo las viejas servidumbres.
—¿Cuáles son los criterios a la hora de elegir autores y títulos?
—Desde luego no me los sopla ningún scout, ni me los propone ningún agente literario. La gran mayoría de los libros sale de una investigación personal que llevamos a cabo Inka y yo a través de bibliografías e Internet. También sacamos ideas durante nuestros viajes. Y ahí, por supuesto, suceden azares interesantes. Atalanta es un movimiento de ideas y modelos estéticos. Y por eso ideé tres colecciones para desarrollar tres ideas a mi juicio sugerentes y necesarias: la brevedad como forma literaria; la memoria como base de investigación y aprendizaje; y la imaginación como forma de entender las cosas mirando, no hacia fuera, sino dentro de nosotros.
En el catálogo de Atalanta se reúnen el excéntrico inglés Robert Aickman y el veneciano Giacomo Casanova, o dos viajeros: el polaco Joseph Conrad y el francés Vivant Denon, entre muchos otros. En el 2010 se incorporó al mexicano Salvador Elizondo; y pronto saldrá una antología de otro excéntrico nuestro: Francisco Tario.
—¿Cómo es tu relación con la cultura de México, Jacobo?
—Me interesa mucho, desde su literatura hasta su cocina. Además a lo largo de mis viajes tuve oportunidad de tratar a grandes personajes de su cultura como Octavio Paz o Alejandro Rossi, y de forma más familiar, Álvaro Mutis y Salvador Elizondo. Me divertía mucho con Elizondo y anduve años tratando de publicar un libro que por fin salió el año pasado, sin que lo viera su autor. Una lástima. Francisco Tario llegó a través de Roberto Frías. En mi último viaje al Distrito Federal compré sus cuentos completos. Es un autor que merece la pena salvar del olvido. Su literatura es potente de imaginación, refinada de procedimientos literarios y loca de invención.
—¿Cómo ves el paisaje editorial tanto en España como en México?
—Afortunadamente, vivimos muy lejos de ese paisaje. Mi estrategia vital es hacer lo contrario de lo que se hace y se habla allí. Procuro mantenerme a distancia. Por otro lado, veo un signo positivo en que florezcan con tanta naturalidad tantas editoriales nuevas y jóvenes. Son la compensación necesaria de la melancolía y voracidad que azota a las grandes y medianas editoriales.
De viaje por los sueños
Un extra del proyecto de Atalanta es que ha convertido a los editores en autores; desde Vilaür llevan a cabo investigaciones paralelas en el universo de los sueños. El libro de Inka Martí se titula Cuaderno de noche; el de Jacobo Siruela, El mundo bajo los párpados.
Explica Jacobo: “Cuando me retiré al campo tuve tiempo para escribir porque Siruela no me dejaba ni intentarlo, era una hija muy celosa que me tenía tiranizado. Cuando decidí que teníamos que independizarnos, después de terminar la segunda versión con nuevo prólogo de mi antología de vampiros, se me ocurrió escribir una historia de los sueños, de los seres dormidos. Busqué hacer un libro útil, que aportara conocimiento y a la vez aprendiera con ello. Y así empezó mi investigación, que duró seis años; en total me ha llevado ocho hacer este libro”.
Y cierra Inka Martí: “Los dos libros se complementan, incluso sin buscarlo las cubiertas han resultado ser nocturnas y resonantes. En Atalanta hay la precisión en cuanto al programa de libros que urde Jacobo, pero a la vez hay mucha improvisación. Improvisación mágica, intuición; ambos somos de naturaleza pragmática e intuitiva. Hubo un empeño por parte de Jacobo en publicar mi libro de sueños, algo que nunca tuve claro hasta que el Cuaderno vio la luz. Ahora me encanta formar parte del mundo de onironautas que describe Jacobo. De alguna manera él ha escrito un libro masculino, de reflexión y pensamiento, y yo un libro femenino, de la “mente” del corazón, el sentimiento y la intuición. Ambas son facultades esenciales y complementarias”.
El itinerario señala que a las 18:11 hay que estar de nuevo en la estación de Camallera… para llegar a Barcelona a las 20:09.
—Yo los llevo —dice Jacobo Siruela.
Agosto 2011
Etiquetas: Editorial Atalanta, Inka Martí, Jacobo Siruela
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