domingo, enero 04, 2015


Francisco Tario, genio marginal
Silvia Isabel Gámez

Lo que mata al fantasma es el olvido, decía Francisco Tario. Algo que no debe preocuparle allá donde habita, pues su ser literario goza de cabal salud.
A la publicación de Universo Francisco Tario, una biografía creada con materiales procedentes del archivo del escritor, seguirá en 2015 la edición por el FCE de sus Obras completas, ambos proyectos a cargo de Alejandro Toledo.
“Para leer a Tario, para convivir con su figura, hay que creer un poco en los fantasmas”, asegura el escritor y periodista, que ha llegado a sentir su espíritu rondar por su departamento.
Universo Francisco Tario (La Cabra Ediciones/Conaculta) reúne apuntes biográcos, análisis literario, fotografías y cartas. La correspondencia incluye tanto las cartas de amor que enviaba a su novia, Carmen Farell –con quien se casó en 1935 y tuvo dos hijos: Sergio y Julio–, como las que recibía de su hermano, el pintor Antonio Peláez.
Nacido en 1911 en la Ciudad de México, uno de los orígenes de su rareza, dice Toledo, es la tierra natal de su familia: Llanes, en Asturias. En ese lugar lluvioso, azotado por el Cantábrico y poblado por personajes de leyenda, se gestó su fascinación por el mundo de ultratumba.
“Nunca me contó por qué lo atraía. Pero a lo mejor algo le pasó”, señala su hijo menor, el artista Julio Farell. “Yo mismo, cuando vivía en Londres en 1970, bailé con un fantasma”.
Una mujer hermosa que nunca respondió a sus preguntas y que desapareció de la pista tan repentinamente como la encontró. Después supo que era aeromoza, y había muerto cuatro años antes.
Francisco Peláez adoptó la palabra purépecha Tario, que signica “lugar de ídolos”, para firmar sus obras. Con La noche (1943) se convierte en precursor del género fantástico en México. En estos cuentos dota de alma a objetos y animales, lo mismo a un ataúd que a una gallina.
De un humor corrosivo, La noche determinó su condición de marginal en una época marcada por el realismo literario.
“Se adelantó a muchos escritores”, dice Julio.
Su obra antecede, agrega Toledo, a la de Julio Cortázar y Juan José Arreola, y falta aún determinar su posible infuencia en los relatos fantásticos de Elena Garro y Octavio Paz –sus vecinos y amigos cuando vivía en la Condesa– y de Carlos Fuentes, quien, según Julio, llevaba sus primeros cuentos a Tario para que los revisara.
El padre del escritor, don José, heredó en vida a sus hijos tras vender la tienda de ultramarinos Casa Peláez, y Tario invirtió en Acapulco, donde era copropietario de los cines Rojo y Río.
Esa holgura económica le permitió crear una obra, al margen de las capillas literarias y el reconocimiento ocial, que abarca novela, aforismos y prosa poética en títulos como Aquí abajo, Equinoccio y Breve diario de un amor perdido, junto con otros dos libros de género fantástico: Tapioca Inn: mansión para fantasmas (1952) y Una violeta de más (1968).
Tario tecleaba en su Remington tanto sus originales como su correspondencia y fragmentos del acontecer diario. El escritor conoció a Carmen en 1930, cuando era portero del Club Asturias. Al “Elegante” Peláez, como lo llamaban, una lesión en los riñones lo alejó de las canchas. Pianista disciplinado, tenía talento para el dibujo y la fotografía, el tango y la actuación.
“En sus cartas (de juventud) aparece como un muchacho hipersensible, enfermizo, en conflicto con el padre”, precisa Toledo.
Ése es el primer Tario, enamorado de Carmen, a quien reclama al tiempo que idolatra. Para el periodista resulta un misterio cómo se transformó en el hombre fuerte, de cabeza rapada y anteojos oscuros, creador de personajes que oscilan entre la locura, el candor, el espanto, la fatalidad y lo puramente ridículo.
En la última etapa de su vida, tras la muerte de su esposa en 1967 por un derrame cerebral, Tario se convierte en una figura trágica. Escribe, en su casa de Madrid, de una manera privada, obsesiva.
“Estaba triste y se sentía enfermo, en cierta forma se abandonó. Ya no le interesaba publicar”, recuerda Julio. “Murió del corazón, pero yo siempre digo que en un doble sentido: el médico y el amoroso”.
Su corazón se rindió el 30 de diciembre de 1977. En su archivo, que su hijo conserva, hallaron las tres versiones que hizo de la novela Jardín secreto, obras de teatro, poemas a Carmen.
A diferencia de los años 80, cuando comenzó a estudiarlo, Tario es hoy un autor que suma ediciones, cada vez menos secreto, subraya Toledo.
“La consagración implica un reconocimiento oficial que Tario nunca buscó. Con el acercamiento de los lectores es suficiente; cuando lo descubren, se enamoran de su literatura y le son muy fieles”.

Diciembre 2014

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