Aquel púgil
(Crónica inesperada de Sergio Guzmán)
Aquel púgil, el llamado Púgil Escritor, avanzaba a pasos lentos, pero seguros. Su mirada firme, fiera, fija en el objetivo (tres grandes efes en el cuadrilátero) era claramente un aguijón para su rival apenas sonó la campana en la Arena Nueva Realidad o Pancho Rosales, más popular hoy en el mundo de la Narvarte que el MGM de las Vegas o el Madison Square Garden de NY. Tan fiera, firme, fija en el objetivo era aquella mirada, que el respetable público ─recién salido de misa el domingo 19 de diciembre de 2021─ se dejó ir sin más al cielo prometido y voló a plenitud al campanazo de tres relampagueantes episodios de un épico combate de exhibición entre Alejandro Toledo y Marco Lucero. Ciertamente, la emoción del respetable alcanzó insospechadas alturas de vuelo (con la consabida bendición de Juan Salvador Gaviota) ante un espectáculo que ni Frazier ni Alí soñaron siquiera en su memorable trilogía. El Púgil Escritor de la mirada firme, fiera y fija, no debe atrasarse más el desvelo del personaje, era Alejandro Toledo, y el objetivo, Marco Lucero, entrenador de boxeo, también conocido como Pies Ligeros. El combate, pactado en megapeso (“bien, Alex, bien”, resonaba en ringside la voz de aliento de los muy suyos, familia y amigos que aprecian lo que vale desde la primera hasta la última lonja de ese rollizo cuerpo), y Marco Lucero (a pura vista casi el mismo tonelaje, pero con mayor estatura y carnes pegadas al hueso) se desarrolló a careta puesta, enormes orejas de coliflor, y con el creciente rugido de la multitud, que un mes antes agotó la boletería en las taquillas.
Alejandro Toledo forzó el combate. Fue, fue hacia adelante moviendo el carretón a vuelta de rueda, por instantes logró acorralar a su adversario, pero no encontró lo que buscaba, no se sabe si el nocaut o el banquillo para el minuto de descanso. Por su parte, Marco Lucero danzó y estableció distancias con su depurado jab, la espada del boxeo y, por supuesto, con sus pies de caminante sin tregua en el enlonado. Conectaba uno, respondía el otro, hubo hasta un tiempo fuera como en el futbol americano, pa’ jalar aire; en la esquina del Púgil Escritor los seconds le preguntaron si no había mareo, si no se sentía como una balsa al garete en río revuelto, él dijo que no, y la cruenta batalla prosiguió hasta el último aliento. Entonces los jueces determinaron empate, el empate más aplaudido de todos los tiempos, y ambos, tras las fotos de rigor con los brazos y puños apuntando a lo más alto, se retiraron a los vestidores entre el creciente oleaje de opinión de sus propias esquinas, relatores y autoridades de los organismos regidores de este deporte: el Púgil Escritor y Pies Ligeros son desde ya firmes candidatos al Salón de la Fama.
Fue tan feliz por su hazaña el Púgil Escritor que, se dice por lo alto y por lo bajo en la Narvarte, ese domingo terminó por saciar su hambre de triunfo con una abundante sopa de letras y, acto seguido, a mano limpia, se devoró completo un voluminoso libro hasta chuparse la última línea.
Diciembre 2021
Etiquetas: Alejandro Toledo, Marco Lucero, Pancho Rosales, Púgil Escritor
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