LA CORRUPCIÓN OLÍMPICA
Los Juegos de Atenas son descritos por la porra televisiva como un intento por regresar a los orígenes, un posible reencuentro con la pureza olímpica... Lo que implica un reconocimiento: si se está de vuelta en los principios (o al menos se pretende hacerlo creer así) es porque estos se perdieron en el camino. Pruebas de que el gran dinero transformó a las Olimpiadas están por todos lados; va aquí una: gracias a la Coca-Cola se despojó en 1996 a Atenas de los Juegos Olímpicos del Centenario y se les llevó a Atlanta, como pago del COI por los favores recibidos... Y fue el empresario deportivo Horst Dassler, precisamente, el que más influyó para que decisiones como esa, alejadas de la ética del deporte o de sus tradiciones, imperaran durante la “era Samaranch”.
En las páginas oficiales del COI se habla de Horst Dassler como un “visionario”. ¿Cuál fue exactamente su visión? El jefe alemán de Adidas se emocionó enormemente durante los Juegos de México 68, que fueron los primeros en contar con transmisiones vía satélite al mundo entero; ahí nació el sueño: que miles de millones de televidentes observaran a los más grandes atletas en el podio de los ganadores luciendo las tres rayas de su marca. Si para hacerlo realidad debía convertir a los dirigentes deportivos en incondicionales, tenía el dinero o los contactos suficientes conque sobornarlos. ¿Su primer aliado? Joao Havelange, que fue presidente de la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA).
En Los señores de los anillos, los periodistas Vyv Simson y Andrew Jennings contaron con el valioso testimonio de Patrick Nally, cercano colaborador de Dassler. Éste refiere que el apoyo de Adidas a Havelange fue decisivo en el proceso para apoderarse del COI: “Una vez adentro de las federaciones, usted ya tiene un pie en el Comité Olímpico Internacional, y eso significa controlar [...] el más grande espectáculo del mundo. Horst quería ser la clave de todo. Quería ser indispensable. Cuando las decisiones se tomaran, cuando alguien quisiera algo, ya fuera dinero o elecciones, él quería ser la única persona a quien se le hicieran las llamadas al final del día”.
La FIFA fue la primera federación deportiva intervenida al cien por ciento por Dassler. Ya para la final del futbol de Italia 90 los equipos finalistas (Argentina y Alemania), e incluso el árbitro, lucían de pies a cabeza su ropa deportiva. Si Havelange hacía promesas, Dassler se ocupaba de buscar otros patrocinios; la mejor carta fue comprometer a la Coca-Cola para que “apoyara” al balompié. Otro que recibió entrenamiento por parte del empresario alemán fue Joseph Blatter, sucesor de Havelange... Lo que significa que la cadena no se ha roto, pese a que Horst Dassler ya no está con nosotros (como se acostumbra decir en los funerales): su legado, no obstante, permanece.
Y Dassler se apoyó en la FIFA para encumbrar al político franquista Juan Antonio Samaranch, al que llevó en 1980 a la presidencia del COI. Otro que debe aparecer en la fotografía (para completar un cuadro en verdad temible, digno de una novela de Mario Puzo) es el italiano Primo Nebiolo, por décadas presidente de la Federación Internacional de Atletismo Aficionado (FIAA), hombre capaz de convertir un salto muy corto en medalla de oro a la vista de la concurrencia, por así convenir a sus intereses.
El gran poder de Dassler crecería a la par de los pagos millonarios por obtener los derechos de transmisión televisiva tanto de los campeonatos de futbol como de los Juegos Olímpicos. Para monopolizar esos ingresos creó la International Sport Leisure (ISL), compañía publicitaria que tenía como cliente seguro al COI, y que hizo convenios, para los Juegos de 1988, con nueve compañías multinacionales que aportaron más de 100 millones de dólares, menos la comisión de la ISL. Y esto era sólo el principio.
Horst Dassler enseñó a los dirigentes deportivos que vendiendo sus juegos podrían ellos hacerse multimillonarios. Ese fue su ideal olímpico. ¿Y los atletas? En la batalla por romper récords —pues se trataba de mantener un espectáculo atractivo para televidentes y patrocinadores—, se volvieron peligrosos consumidores de drogas. Sobre este asunto del dopaje el COI ha mantenido un sorprendente doble discurso: lo acepta si no es detectado (y trata de que no lo sea), y lo combate si se le descubre.
Agosto 2004
Los Juegos de Atenas son descritos por la porra televisiva como un intento por regresar a los orígenes, un posible reencuentro con la pureza olímpica... Lo que implica un reconocimiento: si se está de vuelta en los principios (o al menos se pretende hacerlo creer así) es porque estos se perdieron en el camino. Pruebas de que el gran dinero transformó a las Olimpiadas están por todos lados; va aquí una: gracias a la Coca-Cola se despojó en 1996 a Atenas de los Juegos Olímpicos del Centenario y se les llevó a Atlanta, como pago del COI por los favores recibidos... Y fue el empresario deportivo Horst Dassler, precisamente, el que más influyó para que decisiones como esa, alejadas de la ética del deporte o de sus tradiciones, imperaran durante la “era Samaranch”.
En las páginas oficiales del COI se habla de Horst Dassler como un “visionario”. ¿Cuál fue exactamente su visión? El jefe alemán de Adidas se emocionó enormemente durante los Juegos de México 68, que fueron los primeros en contar con transmisiones vía satélite al mundo entero; ahí nació el sueño: que miles de millones de televidentes observaran a los más grandes atletas en el podio de los ganadores luciendo las tres rayas de su marca. Si para hacerlo realidad debía convertir a los dirigentes deportivos en incondicionales, tenía el dinero o los contactos suficientes conque sobornarlos. ¿Su primer aliado? Joao Havelange, que fue presidente de la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA).
En Los señores de los anillos, los periodistas Vyv Simson y Andrew Jennings contaron con el valioso testimonio de Patrick Nally, cercano colaborador de Dassler. Éste refiere que el apoyo de Adidas a Havelange fue decisivo en el proceso para apoderarse del COI: “Una vez adentro de las federaciones, usted ya tiene un pie en el Comité Olímpico Internacional, y eso significa controlar [...] el más grande espectáculo del mundo. Horst quería ser la clave de todo. Quería ser indispensable. Cuando las decisiones se tomaran, cuando alguien quisiera algo, ya fuera dinero o elecciones, él quería ser la única persona a quien se le hicieran las llamadas al final del día”.
La FIFA fue la primera federación deportiva intervenida al cien por ciento por Dassler. Ya para la final del futbol de Italia 90 los equipos finalistas (Argentina y Alemania), e incluso el árbitro, lucían de pies a cabeza su ropa deportiva. Si Havelange hacía promesas, Dassler se ocupaba de buscar otros patrocinios; la mejor carta fue comprometer a la Coca-Cola para que “apoyara” al balompié. Otro que recibió entrenamiento por parte del empresario alemán fue Joseph Blatter, sucesor de Havelange... Lo que significa que la cadena no se ha roto, pese a que Horst Dassler ya no está con nosotros (como se acostumbra decir en los funerales): su legado, no obstante, permanece.
Y Dassler se apoyó en la FIFA para encumbrar al político franquista Juan Antonio Samaranch, al que llevó en 1980 a la presidencia del COI. Otro que debe aparecer en la fotografía (para completar un cuadro en verdad temible, digno de una novela de Mario Puzo) es el italiano Primo Nebiolo, por décadas presidente de la Federación Internacional de Atletismo Aficionado (FIAA), hombre capaz de convertir un salto muy corto en medalla de oro a la vista de la concurrencia, por así convenir a sus intereses.
El gran poder de Dassler crecería a la par de los pagos millonarios por obtener los derechos de transmisión televisiva tanto de los campeonatos de futbol como de los Juegos Olímpicos. Para monopolizar esos ingresos creó la International Sport Leisure (ISL), compañía publicitaria que tenía como cliente seguro al COI, y que hizo convenios, para los Juegos de 1988, con nueve compañías multinacionales que aportaron más de 100 millones de dólares, menos la comisión de la ISL. Y esto era sólo el principio.
Horst Dassler enseñó a los dirigentes deportivos que vendiendo sus juegos podrían ellos hacerse multimillonarios. Ese fue su ideal olímpico. ¿Y los atletas? En la batalla por romper récords —pues se trataba de mantener un espectáculo atractivo para televidentes y patrocinadores—, se volvieron peligrosos consumidores de drogas. Sobre este asunto del dopaje el COI ha mantenido un sorprendente doble discurso: lo acepta si no es detectado (y trata de que no lo sea), y lo combate si se le descubre.
Agosto 2004
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