miércoles, diciembre 19, 2007

Los replicantes no mueren

Son tres, ya, las versiones disponibles del filme futurista Blade Runner, dirigido por Ridley Scott, y basado en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) de Philip K. Dick.
Una es la cinta que se estrenó en el año 1982, con muchos problemas durante el rodaje y la edición, y que no fue exitosa en cuanto a la taquilla mas poco a poco empezó a ser considerada como una cinta de culto, sobre todo a partir de su lanzamiento en formato de video. Esto impulsó el que apareciera en 1992 un “corte del director”, y que se insistiera en que la cinta estrenada diez años atrás había sido finalizada por los productores, quienes agregaron una voz en off e impusieron el final feliz de la pareja, al alejarse del sofocante infierno de Los Ángeles hacia un paraíso de amor y entendimiento.
La edición del director omitía, pues, esa voz narrativa de Harrison Ford (en su papel de Rick Deckard, el cazador de androides) que explicaba lo que ya era, para algunos, suficientemente claro en las imágenes. Esto fue lo que no dejó Ridley Scott, al parecer basándose en un primer montaje suyo, que fue rechazado por los inversionistas, a los que les pareció inentendible y poco comercial. El cineasta británico toma ahora esa “versión del director” y propone una nueva composición “final” (fechada en este 2007), con nuevas pausas pero sin modificar básicamente el corte de 1992, y se ofrece además, en paquete, con las ediciones anteriores, ya que pese a lo cursi la primera tiene sus seguidores, como acercamiento inicial a ese mundo de un futuro sobrepoblado y con graves problemas de contaminación, con las especies animales ya vistas como rarezas, y sustituidas por réplicas; y el segundo largometraje es el que ha circulado en los últimos tiempos, en formatos VHS y DVD.
El documental Días peligrosos: filmando Blade Runner (2007) es un registro fiel y completo de la historia de esa cinta clásica, y considera casi todas las fases del proceso: el contacto del primer guionista con la novela de Philip K. Dick y sus primeros borradores; la intervención de un segundo guionista, a petición del director, para terminar de dar forma al libreto de arranque; la búsqueda desesperada de inversionistas, al percatarse que el filme se elevaba en sus pretensiones, y los convenios subsiguientes que terminaron por maniatar a Ridley Scott; la búsqueda de los protagonistas, incluido el momento en que Dustin Hoffman se perfilaba como Rick Deckard; la mala relación de Harrison Ford y la actriz Sean Young, que actúa como la replicante Rachel; o ese abrazo amoroso entre ambos que se filmó de modo explícito, con escenas omitidas en las tres versiones ahora existentes; las audaces aportaciones de Rutger Hauer a los monólogos del androide Roy Batty, la paloma incluida; las rivalidades en el set entre británicos y estadunidenses, que casi sepultan el proyecto; el diseño analógico de los efectos especiales, en un tiempo en que no se disponía aún de las imágenes generadas por computadora, con trucos de maquetas y juego de luces; hasta los incidentes finales entre los ejecutivos, con derechos para intervenir en el proceso creativo, y el director, que se vio envuelto en múltiples presiones que casi destruyen su obra, o que lo hicieron parcialmente...
En fin, una historia clásica de Hollywood en la que las fuerzas de la imaginación se enfrentan al poder del dinero. De ese coctel surgen filmes que retratan muy bien ese caos, o cintas que lo trascienden.
Blade Runner ha logrado ubicarse en un más allá que es, probablemente, más lejano todavía que el mes de noviembre del año 2019 en que se ubica la ficción. Aunque sabemos, con Roy Batty, que todas esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.

Diciembre 2007

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