El espartano George W. Bush
Por muy amplios que sean los caminos, casi nadie compraría una colección digital de discursos de George W. Bush en defensa de la guerra. Si la portada fuera atractiva, en tonos rojos y se mostrara en ella a un tipo feroz en pleno grito bélico; y el filme resultara una puesta en escena sorprendente, con lo último en tecnología cinematográfica y actuaciones memorables, acaso estaríamos más cerca de aceptar el adoctrinamiento. Es lo que ocurre al adquirir la cinta “histórica” 300 (2006), de Zack Snyder, defensa de la “dureza y fortaleza” espartanas, adaptación de la novela gráfica homónima de Frank Miller (historia y arte) y Lynn Varley (colores). Para no dejar lugar a dudas sobre los objetivos del largometraje, en él se insiste en que la libertad tiene sus costos, y uno de ellos, al parecer menor, es la sangre.
Miller se había resistido a las adaptaciones cinematográficas de sus famosos comic-books hasta La ciudad del pecado (Sin City, 2005, dirigida por él mismo y por Robert Rodríguez), largometraje respetuoso al exceso del original, con una visión crítica de la sociedad estadounidense cercana a una de las primeras novelas del género negro: Cosecha roja (Red Harvest, 1929), de Dashiell Hammett, en donde la búsqueda de culpables característica de las ficciones detectivescas se borra (o amplía) ante un contexto social que asume el crimen y la corrupción como partes esenciales de su funcionamiento.
No obstante, en el guión de 300 aceptó Miller (o propuso, ya que funge como productor ejecutivo) un discurso paralelo que apoya tanto la fiebre bélica de los Estados Unidos como la permanencia de sus tropas en Irak e incluso el envío de refuerzos (en un mensaje conmovedor de la reina Gorgos ante el concejo de Esparta), asunto que se volvió a discutir durante el primer semestre del 2007 por el gran número de bajas “americanas”. Estas pérdidas no deben intimidar ni conmover, según la película, cuando se muere por “deber, honor y justicia”.
Claro que quienes participaron en la realización de la cinta (como se ve en los materiales especiales del paquete digital) sólo buscan hacer una buena traducción a la pantalla de la novela gráfica, y están fascinados con esa mitología guerrera de 300 espartanos (u occidentales) enfrentados a un gran ejército de asiáticos (o persas) en la defensa de la libertad. No se habla directamente de los Estados Unidos de Norteamérica, nadie tiene esa honestidad, digamos; parecen estar haciendo “arte”. Incluso un par de connotados especialistas en la antigüedad, entrevistados a propósito, no mencionan siquiera la posibilidad de que el hecho histórico tenga sus ecos o equivalencias en el presente. Toda explicación se diluye entre las mitologías de la historieta y de un pasado lejanísimo.
El filme es brutal, y brutales son también los discursos que lo acompañan. Termina el espectador con ganas de cruzar la frontera y alistarse en el ejército americano; o de pedir al hijo más querido que realice esa odisea en busca de la gloria. “Recuerden por qué morimos”, es el mensaje final.
Las historias de bravura, diría un personaje de Céline, son como los chistes verdes: siempre gustan a los militares de todos los países.
Septiembre 2007
Por muy amplios que sean los caminos, casi nadie compraría una colección digital de discursos de George W. Bush en defensa de la guerra. Si la portada fuera atractiva, en tonos rojos y se mostrara en ella a un tipo feroz en pleno grito bélico; y el filme resultara una puesta en escena sorprendente, con lo último en tecnología cinematográfica y actuaciones memorables, acaso estaríamos más cerca de aceptar el adoctrinamiento. Es lo que ocurre al adquirir la cinta “histórica” 300 (2006), de Zack Snyder, defensa de la “dureza y fortaleza” espartanas, adaptación de la novela gráfica homónima de Frank Miller (historia y arte) y Lynn Varley (colores). Para no dejar lugar a dudas sobre los objetivos del largometraje, en él se insiste en que la libertad tiene sus costos, y uno de ellos, al parecer menor, es la sangre.
Miller se había resistido a las adaptaciones cinematográficas de sus famosos comic-books hasta La ciudad del pecado (Sin City, 2005, dirigida por él mismo y por Robert Rodríguez), largometraje respetuoso al exceso del original, con una visión crítica de la sociedad estadounidense cercana a una de las primeras novelas del género negro: Cosecha roja (Red Harvest, 1929), de Dashiell Hammett, en donde la búsqueda de culpables característica de las ficciones detectivescas se borra (o amplía) ante un contexto social que asume el crimen y la corrupción como partes esenciales de su funcionamiento.
No obstante, en el guión de 300 aceptó Miller (o propuso, ya que funge como productor ejecutivo) un discurso paralelo que apoya tanto la fiebre bélica de los Estados Unidos como la permanencia de sus tropas en Irak e incluso el envío de refuerzos (en un mensaje conmovedor de la reina Gorgos ante el concejo de Esparta), asunto que se volvió a discutir durante el primer semestre del 2007 por el gran número de bajas “americanas”. Estas pérdidas no deben intimidar ni conmover, según la película, cuando se muere por “deber, honor y justicia”.
Claro que quienes participaron en la realización de la cinta (como se ve en los materiales especiales del paquete digital) sólo buscan hacer una buena traducción a la pantalla de la novela gráfica, y están fascinados con esa mitología guerrera de 300 espartanos (u occidentales) enfrentados a un gran ejército de asiáticos (o persas) en la defensa de la libertad. No se habla directamente de los Estados Unidos de Norteamérica, nadie tiene esa honestidad, digamos; parecen estar haciendo “arte”. Incluso un par de connotados especialistas en la antigüedad, entrevistados a propósito, no mencionan siquiera la posibilidad de que el hecho histórico tenga sus ecos o equivalencias en el presente. Toda explicación se diluye entre las mitologías de la historieta y de un pasado lejanísimo.
El filme es brutal, y brutales son también los discursos que lo acompañan. Termina el espectador con ganas de cruzar la frontera y alistarse en el ejército americano; o de pedir al hijo más querido que realice esa odisea en busca de la gloria. “Recuerden por qué morimos”, es el mensaje final.
Las historias de bravura, diría un personaje de Céline, son como los chistes verdes: siempre gustan a los militares de todos los países.
Septiembre 2007
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