La fiesta de un libro
Un grupo de lectores celebramos el Bloomsday, el día de Leopoldo Bloom, personaje de la novela Ulises (1922), de James Joyce. El objetivo fue reunir a una comunidad de lectores del Ulises que realizaba en México, cada quien por separado, sus rituales de celebración literaria de esa jornada del 16 de junio de 1904, y que son más de los que parecen. Al lanzar la convocatoria recibimos noticias de esas historias personales, de cómo el Bloomsday se convirtió en una fiesta secreta, ya sea bebiendo cerveza o whisky irlandeses, caminando por el centro de la ciudad y deteniéndose en los bares como si fueran pubs, o de cualquier otra forma que marcara tanto la imaginación como el recuerdo de los sucedidos de la novela, incluso visitando algún burdel honorable. Está el caso de Salvador Elizondo, principal introductor de la obra de Joyce en México, para quien el 16 de junio era un día de guardar. Y está una historia, que conocí apenas este año, de dos profesores de literatura que realizaron con sus alumnos un primer Bloomsday mexicano en el 2002. Uno de ellos es Ramsés Sandoval, que participó también en este segundo intento.
El Ulises sigue las andanzas de Leopold Bloom y Stephen Dedalus por la ciudad de Dublín. Se puede leer la novela con mapa, marcando sobre todo los momentos en que esos destinos se entrecruzan a lo largo del día hasta coincidir en el burdel de Bella Cohen a la medianoche. El libro cierra con el monólogo de Molly Bloom, quien casi no ha abandonado la cama, y que afirma con un “sí quiero sí me gusta sí” los distintas zonas de la vida por las que ha pasado la novela. Es una novela peatonal, y ocurre en un área muy limitada geográficamente, por lo que puede ser recreada en espacios similares, como la ciudad de México. O Londres o París o Roma o Trieste o Nueva York, donde también celebran el Bloomsday.
Nuestro Bloomsday aceptó tanto a fieles lectores del Ulises como gente interesada en acercarse por vez primera a la novela. Cual guías de turistas, fuimos explicando lo que sucede hora por hora; y leímos pasajes significativos. Algunos de los participantes tuvieron la experiencia de haberla leído recientemente en un taller de lectura del Ulises que se llevó a cabo en la Casa de las Humanidades de la UNAM a principios del año. Quienes no la conocen, recibieron una serie de entusiasmos por un libro que tiene fama de difícil pero que recompensa, con creces, esas posibles dificultades.
Para concretar este Bloosmday mexicano se buscaron equivalencias. La principal es que en espíritu, más allá del Batallón de San Patricio, nos parecemos mucho a los irlandeses: ellos han padecido a los ingleses, y nosotros a los estadunidenses, dos imperios; la religión también nos ha impuesto una cultura que pelea continuamente con nuestro pasado, celta o prehispánico; y nuestros centros históricos son similares, con cantinas o pubs cada cien metros. Convertimos el Castillo de Chapultepec en la Torre Martello, el lago de Chapultepec en la playa de Sandycove, y enterramos a Paddy Dignam en el Panteón de San Fernando, entre otras estaciones.
En un tiempo en que la literatura más ligera impera en el mercado, volver al Ulises siempre es refrescante: de la supuesta dificultad que implica su lectura sale uno renovado, agradecido, porque es compleja en la medida en que la vida lo es, y al leerla se descubren ciertas áreas ocultas de lo humano en una gran representación sinfónica. Para los ingleses es la novela más importante del siglo XX; entre nosotros, influyó tanto a Gilberto Owen como a Fernando del Paso y Salvador Elizondo, para empezar.
Ulises marcó al siglo XX de una manera total, pero en este asunto se puede ser muy obvio y es algo de lo que se ha escrito muchísimo. En las encuestas suele aparecer en la cima, junto con En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, como dos caminos transitados por la literatura en el siglo XX. Aunque ahora vamos en retroceso, y se prefiere lo simple, que simplifica el esfuerzo, sí, pero también nuestra capacidad de observación de la vida. Por ello celebrar el Bloomsday es realizar, además, un ajuste de cuentas con esa literatura de supermercado que hoy tanto nos invade.
Junio 2007
Un grupo de lectores celebramos el Bloomsday, el día de Leopoldo Bloom, personaje de la novela Ulises (1922), de James Joyce. El objetivo fue reunir a una comunidad de lectores del Ulises que realizaba en México, cada quien por separado, sus rituales de celebración literaria de esa jornada del 16 de junio de 1904, y que son más de los que parecen. Al lanzar la convocatoria recibimos noticias de esas historias personales, de cómo el Bloomsday se convirtió en una fiesta secreta, ya sea bebiendo cerveza o whisky irlandeses, caminando por el centro de la ciudad y deteniéndose en los bares como si fueran pubs, o de cualquier otra forma que marcara tanto la imaginación como el recuerdo de los sucedidos de la novela, incluso visitando algún burdel honorable. Está el caso de Salvador Elizondo, principal introductor de la obra de Joyce en México, para quien el 16 de junio era un día de guardar. Y está una historia, que conocí apenas este año, de dos profesores de literatura que realizaron con sus alumnos un primer Bloomsday mexicano en el 2002. Uno de ellos es Ramsés Sandoval, que participó también en este segundo intento.
El Ulises sigue las andanzas de Leopold Bloom y Stephen Dedalus por la ciudad de Dublín. Se puede leer la novela con mapa, marcando sobre todo los momentos en que esos destinos se entrecruzan a lo largo del día hasta coincidir en el burdel de Bella Cohen a la medianoche. El libro cierra con el monólogo de Molly Bloom, quien casi no ha abandonado la cama, y que afirma con un “sí quiero sí me gusta sí” los distintas zonas de la vida por las que ha pasado la novela. Es una novela peatonal, y ocurre en un área muy limitada geográficamente, por lo que puede ser recreada en espacios similares, como la ciudad de México. O Londres o París o Roma o Trieste o Nueva York, donde también celebran el Bloomsday.
Nuestro Bloomsday aceptó tanto a fieles lectores del Ulises como gente interesada en acercarse por vez primera a la novela. Cual guías de turistas, fuimos explicando lo que sucede hora por hora; y leímos pasajes significativos. Algunos de los participantes tuvieron la experiencia de haberla leído recientemente en un taller de lectura del Ulises que se llevó a cabo en la Casa de las Humanidades de la UNAM a principios del año. Quienes no la conocen, recibieron una serie de entusiasmos por un libro que tiene fama de difícil pero que recompensa, con creces, esas posibles dificultades.
Para concretar este Bloosmday mexicano se buscaron equivalencias. La principal es que en espíritu, más allá del Batallón de San Patricio, nos parecemos mucho a los irlandeses: ellos han padecido a los ingleses, y nosotros a los estadunidenses, dos imperios; la religión también nos ha impuesto una cultura que pelea continuamente con nuestro pasado, celta o prehispánico; y nuestros centros históricos son similares, con cantinas o pubs cada cien metros. Convertimos el Castillo de Chapultepec en la Torre Martello, el lago de Chapultepec en la playa de Sandycove, y enterramos a Paddy Dignam en el Panteón de San Fernando, entre otras estaciones.
En un tiempo en que la literatura más ligera impera en el mercado, volver al Ulises siempre es refrescante: de la supuesta dificultad que implica su lectura sale uno renovado, agradecido, porque es compleja en la medida en que la vida lo es, y al leerla se descubren ciertas áreas ocultas de lo humano en una gran representación sinfónica. Para los ingleses es la novela más importante del siglo XX; entre nosotros, influyó tanto a Gilberto Owen como a Fernando del Paso y Salvador Elizondo, para empezar.
Ulises marcó al siglo XX de una manera total, pero en este asunto se puede ser muy obvio y es algo de lo que se ha escrito muchísimo. En las encuestas suele aparecer en la cima, junto con En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, como dos caminos transitados por la literatura en el siglo XX. Aunque ahora vamos en retroceso, y se prefiere lo simple, que simplifica el esfuerzo, sí, pero también nuestra capacidad de observación de la vida. Por ello celebrar el Bloomsday es realizar, además, un ajuste de cuentas con esa literatura de supermercado que hoy tanto nos invade.
Junio 2007
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal