TRADÚCELA DE NUEVO, SAM
En un libro publicado en Barcelona en el 2003, Teoría y práctica de la subtitulación inglés-español, un autor de nombre curioso para alguien que se dedica al análisis de películas, Jorge Díaz Cintas, califica como “vulnerables” a las traducciones de los subtítulos puesto que (según reseñan Ana Pereira y Lourdes Lorenzo) “el texto traducido se presenta acompañado del material lingüístico original y ello hace que se vea sometido a la evaluación por parte de los espectadores que, cada vez más, solicitan traducciones ‘literales’ que no se alejen del original”.
Si en Casablanca (Michael Curtiz, 1942) se escucha a Humphrey Bogart decir a Ingrid Bergman: “Here’s looking at you, kid”, uno querrá leer algo así como: “Aquí estoy, siempre mirándote, nena”, y no: “A tu salud”, como sucede en las ediciones en DVD que por años ha circulado la Warner en nuestro país. Lo mismo pasa con muchos otros diálogos importantes que los cinéfilos conocen de memoria y fueron vertidos de forma minimalista, torpe y distraída (todo eso junto) por el nefasto traductor, que parece haber trabajado con la ley del menor esfuerzo: convierte dos frases en una sola, se salta la letra de las canciones, altera los significados e inutiliza los giros poéticos... ¿Serán estas fallas parte de la vulnerabilidad propia de los subtítulos de la que habla Díaz Cintas en su estudio, o un caso simple de estolidez compartida, puesto que implica al traductor de Casablanca y a quienes lo supervisaron?
Esa solitaria frase, “Here’s looking at you, kid”, aparece tres o cuatro veces en la película, pero también es de cita frecuente a lo largo de la edición especial en dos discos. La destaca Lauren Bacall, en una suerte de prólogo, como una de esas expresiones que se han vuelto clásicas y que confirman la perdurabilidad del largometraje: e incluso se juega con ella en el corto animado Carrotblanca (Douglas McCarthy, 1995), cuando Bugs Buny —en el papel de Rick— convierte el “kid” de nena en “Kitty”, la felina esposa del líder de la resistencia: “Here’s looking at you, Kitty”. Una y otra vez, en los inverosímiles subtítulos se lee: “A tu salud”.
En España muy claramente, pero también en México, el doblaje y los subtítulos fueron por décadas herramientas de la censura. Era común, para decir un caso, omitir o suavizar las malas palabras. La revista de cine Viridiana (número 1, junio de 1991) juzga a quienes practicaron tales actividades en las épocas difíciles del franquismo como “adulteradores profesionales” porque suprimían o agregaban, simplificaban o realizaban cambios en la connotación e incrustaban diferencias semánticas, con lo que el filme terminaba siendo algo muy distinto al original. Es lo que hizo, pero en juego, Woody Allen al doblar las voces de la cinta de acción japonesa International Secret Police: Key of Keys (Senkichi Taniguchi, 1965) para transformarla en la comedia What’s Up, Tiger Lily (1966).
Bordando sobre lo mismo, en la revista Viridiana revisa Raquel Merino el doblaje español de Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock (en donde se evitó, por ejemplo, el uso de la palabra “sostén”, y fueron mutiladas dos declaraciones de amor de Scottie a la falsa Madeleine, una en el acantilado y otra en las caballerizas, esenciales para la película), y lo encuentra anodino y falto de expresividad, y concluye: “En un producto cinematográfico completo, redondo como éste, parece más que descuido, torpeza, y más que prisa, desprecio, el ignorar que la lengua juega un papel importante, y que oscurecer y deslucir el brillo y sutileza del diálogo original no es permisible ni aconsejable, puesto que así se priva al público de parte del filme que el director y su equipo realizaron”.
La fórmula de Merino le queda bien a los subtítulos vulnerables del DVD de Casablanca: más que descuido, torpeza; más que prisa, desprecio. Lo inverosímil es que el antiguo videocaset, con una tipografía tosca y algunas faltas ortográficas, respetaba los diálogos originales (incluidas las letras de las canciones), y habría sido relativamente sencillo para la Warner volver a esa traducción y perfeccionarla. Se tiene ahora una mejor calidad en la imagen por la transferencia digital, mas ese paso adelante va acompañado de un salto atrás en los subtítulos. Rick ya no dirá: “De todos los bares de todos los pueblos del mundo ella tuvo que caer en el mío”, sino: “De todos los cafés en todo el mundo, ¡ella entra al mío!” O en la despedida en el aeropuerto, cuando Rick le dice a Ilsa: “No tengo un alma de héroe pero nuestros problemas personales no son nada comparados con los que sufre este mundo loco”, en el DVD es un tristísimo: “No soy muy noble pero veo que nuestros problemas significan poco”, que debería dar paso a un final: “Aquí estoy, siempre mirándote, nena”, convertido de nueva cuenta en esa pesadilla del “A tu salud”.
¿Será que se toma algo secundario como primordial? ¿Hay quien puede disfrutar de Casablanca sin detenerse en estas incoherencias de los subtítulos? Similar extrañamiento ocurriría al afrontar una edición literaria bilingüe en donde la versión en español coincidiera mínimamente con el texto original impreso en la página izquierda, lo que implicaría un fracaso rotundo del traductor puesto que este tipo de volúmenes se arriesgan al ejercicio comparativo. En lo que respecta a Casablanca, una cinta de memoria sentimental tan entrañable, enorme disparadora de arquetipos, habría que solicitar a la casa productora y distribuidora: “Tradúcela de nuevo, Sam”.
Agosto 2005
En un libro publicado en Barcelona en el 2003, Teoría y práctica de la subtitulación inglés-español, un autor de nombre curioso para alguien que se dedica al análisis de películas, Jorge Díaz Cintas, califica como “vulnerables” a las traducciones de los subtítulos puesto que (según reseñan Ana Pereira y Lourdes Lorenzo) “el texto traducido se presenta acompañado del material lingüístico original y ello hace que se vea sometido a la evaluación por parte de los espectadores que, cada vez más, solicitan traducciones ‘literales’ que no se alejen del original”.
Si en Casablanca (Michael Curtiz, 1942) se escucha a Humphrey Bogart decir a Ingrid Bergman: “Here’s looking at you, kid”, uno querrá leer algo así como: “Aquí estoy, siempre mirándote, nena”, y no: “A tu salud”, como sucede en las ediciones en DVD que por años ha circulado la Warner en nuestro país. Lo mismo pasa con muchos otros diálogos importantes que los cinéfilos conocen de memoria y fueron vertidos de forma minimalista, torpe y distraída (todo eso junto) por el nefasto traductor, que parece haber trabajado con la ley del menor esfuerzo: convierte dos frases en una sola, se salta la letra de las canciones, altera los significados e inutiliza los giros poéticos... ¿Serán estas fallas parte de la vulnerabilidad propia de los subtítulos de la que habla Díaz Cintas en su estudio, o un caso simple de estolidez compartida, puesto que implica al traductor de Casablanca y a quienes lo supervisaron?
Esa solitaria frase, “Here’s looking at you, kid”, aparece tres o cuatro veces en la película, pero también es de cita frecuente a lo largo de la edición especial en dos discos. La destaca Lauren Bacall, en una suerte de prólogo, como una de esas expresiones que se han vuelto clásicas y que confirman la perdurabilidad del largometraje: e incluso se juega con ella en el corto animado Carrotblanca (Douglas McCarthy, 1995), cuando Bugs Buny —en el papel de Rick— convierte el “kid” de nena en “Kitty”, la felina esposa del líder de la resistencia: “Here’s looking at you, Kitty”. Una y otra vez, en los inverosímiles subtítulos se lee: “A tu salud”.
En España muy claramente, pero también en México, el doblaje y los subtítulos fueron por décadas herramientas de la censura. Era común, para decir un caso, omitir o suavizar las malas palabras. La revista de cine Viridiana (número 1, junio de 1991) juzga a quienes practicaron tales actividades en las épocas difíciles del franquismo como “adulteradores profesionales” porque suprimían o agregaban, simplificaban o realizaban cambios en la connotación e incrustaban diferencias semánticas, con lo que el filme terminaba siendo algo muy distinto al original. Es lo que hizo, pero en juego, Woody Allen al doblar las voces de la cinta de acción japonesa International Secret Police: Key of Keys (Senkichi Taniguchi, 1965) para transformarla en la comedia What’s Up, Tiger Lily (1966).
Bordando sobre lo mismo, en la revista Viridiana revisa Raquel Merino el doblaje español de Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock (en donde se evitó, por ejemplo, el uso de la palabra “sostén”, y fueron mutiladas dos declaraciones de amor de Scottie a la falsa Madeleine, una en el acantilado y otra en las caballerizas, esenciales para la película), y lo encuentra anodino y falto de expresividad, y concluye: “En un producto cinematográfico completo, redondo como éste, parece más que descuido, torpeza, y más que prisa, desprecio, el ignorar que la lengua juega un papel importante, y que oscurecer y deslucir el brillo y sutileza del diálogo original no es permisible ni aconsejable, puesto que así se priva al público de parte del filme que el director y su equipo realizaron”.
La fórmula de Merino le queda bien a los subtítulos vulnerables del DVD de Casablanca: más que descuido, torpeza; más que prisa, desprecio. Lo inverosímil es que el antiguo videocaset, con una tipografía tosca y algunas faltas ortográficas, respetaba los diálogos originales (incluidas las letras de las canciones), y habría sido relativamente sencillo para la Warner volver a esa traducción y perfeccionarla. Se tiene ahora una mejor calidad en la imagen por la transferencia digital, mas ese paso adelante va acompañado de un salto atrás en los subtítulos. Rick ya no dirá: “De todos los bares de todos los pueblos del mundo ella tuvo que caer en el mío”, sino: “De todos los cafés en todo el mundo, ¡ella entra al mío!” O en la despedida en el aeropuerto, cuando Rick le dice a Ilsa: “No tengo un alma de héroe pero nuestros problemas personales no son nada comparados con los que sufre este mundo loco”, en el DVD es un tristísimo: “No soy muy noble pero veo que nuestros problemas significan poco”, que debería dar paso a un final: “Aquí estoy, siempre mirándote, nena”, convertido de nueva cuenta en esa pesadilla del “A tu salud”.
¿Será que se toma algo secundario como primordial? ¿Hay quien puede disfrutar de Casablanca sin detenerse en estas incoherencias de los subtítulos? Similar extrañamiento ocurriría al afrontar una edición literaria bilingüe en donde la versión en español coincidiera mínimamente con el texto original impreso en la página izquierda, lo que implicaría un fracaso rotundo del traductor puesto que este tipo de volúmenes se arriesgan al ejercicio comparativo. En lo que respecta a Casablanca, una cinta de memoria sentimental tan entrañable, enorme disparadora de arquetipos, habría que solicitar a la casa productora y distribuidora: “Tradúcela de nuevo, Sam”.
Agosto 2005
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