LAS MUERTES DE SHELLEY WINTERS
No es del todo extraña para el espectador la muerte de la actriz Shelley Winters (1920-2006), pues en la pantalla se le vio morir no muchísimas veces pero sí en filmes distinguidos y en circunstancias significativas de la trama. Hay por lo menos tres casos en los que su figura abandona la cinta cuando faltan varios rollos para terminar, pero se trata de esos abandonos que siguen rondando por la historia y se quedan grabados.
Uno, inquietante, ocurre en La noche del cazador (The Night of the Hunter, 1955), de Charles Laughton. Hacia el minuto cuarenta el reverendo Harry Powell (Robert Mitchum), un fanático que trae escrita en los nudillos de la mano derecha la palabra “love” (amor) y en los de la izquierda la palabra “hate” (odio), y quien conoció en la cárcel al esposo anterior de Willa Harper al prepararse éste a morir en la horca por robo y asesinato, llevándose el secreto del botín oculto... este personaje siniestro, decía, se dirige al lecho matrimonial con un cuchillo sostenido por la diestra amorosa para concluir de modo definitivo sus relaciones con la dama, pues ella se ha dado cuenta de que al casarse el reverendo perseguía no sus encantos (de los que huye, pues el matrimonio no se consumó) sino los 10 mil dólares que andan por ahí en la casa y que esconden, en realidad, los pequeños John y Pearl en una muy visible muñeca de trapo.
Ante los vecinos, el reverendo lamenta que su mujer lo abandonara; horas después un pescador encontrará el automóvil sumergido de Willa con el cuerpo de ella atado y sus cabellos balanceándose entre el follaje por la suave corriente del río Ohio; mientras en otro lugar, no muy lejos, Harry Powell entona un canto religioso: “Leaning / leaning / safe and secure from all alarm. / Leaning / leaning / on the Everlasting Arms”.
El cadáver de Willa Harper que flota en el río Ohio tiene el rostro de Shelley Winters, y ésta podría contabilizarse tal vez como su primera muerte célebre... Aunque la película de Laughton fue criticada con severidad y considerada en términos económicos como un fracaso, lo que orilló al hasta entonces actor a concluir con la opera prima su carrera como director. Hoy, no obstante, pueden encontrarse en ese clásico raro que es La noche del cazador las bases de un cineasta como Tim Burton, sea esto quizá más en beneficio de Burton que de Laughton.
La segunda vez que Shelley Winters murió fue siete años y unos kilos más tarde, y en circunstancias muy similares. De nuevo un matrimonio equívoco; y una temprana salida trágica, aunque benéfica para el protagonista masculino, el profesor Humbert Humbert (James Mason), que se casa con la viuda Charlotte Haze (la propia Shelley) para estar cerca de la adolescente Dolores (Sue Lyon). Se trata, por supuesto, de Lolita (1962), de Stanley Kubrick, que adapta la novela ho(r)mónima de Vladimir Nabokov.
Charlotte descubre en los diarios escritos por Humbert cuál es la verdadera pasión de este especialista en literatura inglesa y sus verdaderos odios, pues ahí se refiere a Charlotte como una vaca, una mamá insoportable o una baba descerebrada; y en la crisis ésta corre hacia la calle como para huir del pervertido o denunciarlo. Humbert, mientras tanto, sin darse cuenta de esa ausencia prepara unos martinis para tranquilizar a su esposa y urde el cuento de que lo que leyó fueron los apuntes de una novela futura ya que así trabajan los novelistas, tomando datos aislados de la realidad y transfigurándolos; recibe entonces la llamada de un vecino que le informa que Charlotte tuvo un accidente, lo que él piensa es una mala broma (“¡Charlotte, hay un hombre al teléfono que asegura que te atropelló un coche!”). Pero es cierto y Humbert se convertirá, por esta feliz jugarreta del destino, en el tutor amoroso de Lolita.
El filme concluye hora y media después. Y de Charlotte Haze o Shelley Winters lo último que se ve —al minuto 66— es su cuerpo tirado en la calle durante la lluvia, cuando está por llevárselo una ambulancia.
Poderosas coincidencias: la viuda indeseada, a la que llegan los hombres en busca de tesoros ajenos a ella, sean los diez mil dolares del robo o los encantos de una nínfula; y la muerte no por agua sino en agua, río o lluvia... La tercera cinta, la que ata esta figura construida a partir de una serie de impresiones cinematográficas, aunque menos importante en términos de la historia del cine consigna una tercera muerte más o menos rápida y tiene el ámbito de lo acuático: un crucero que en la noche del año nuevo es puesto alrevés por una gran ola, y por lo que los sobrevivientes tendrán que ir hacia el casco para ser rescatados. En La aventura del Poseidón (The Poseidon Adventure, 1972), de Ronald Neame, interpreta Shelley Winters a una muy pasada de peso Belle Rosen, exnadadora, que se sacrifica para que los otros logren seguir adelante. Se le ve flotar, buceando; y se le escucha decir unas últimas palabras, agotada por el esfuerzo al que se vio sometida.
Según Internet Movie Database (www.imdb.com), sus señas particulares fueron éstas: nació en St. Louis, Illinois, el 18 de agosto de 1920; estuvo casada con Anthony Franciosa, Vittorio Gassman y Paul Meyer; recibió un par de Óscares como actriz de reparto; y su muerte, el 14 de enero de este 2006 en Beverly Hills, California, se debió a causas naturales... No se le faltará el respeto si se asegura, en el invierno de estas desdichas, que lo mejor que hizo en vida Shelley Winters fue morirse. Sabía hacerlo muy bien.
Enero 2006
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