CARBALLO AL ATAQUE
Al recapacitar sobre las circunstancias extremas que rodearían a la presentación en Bellas Artes del Diario Público 1966-1968, de Emmanuel Carballo, con el alarido futbolero amenazante por la ciudad, recordó el de la voz un poema de Porfirio Barba-Jacob que acaso no tenía que ver directamente con el asunto pero que aportó a la memoria la cantinela con que arrancan las estrofas. Dicho sea de paso, en estos versos al final se duele Barba-Jacob de su homosexualidad: “Yo no sabía que la paz profunda/ del afecto, los lirios del placer,/ la magnolia de luz de la energía,/ lleva en su blando seno la mujer.// Mi sien rendida en ese seno blando/ un hombre de verdad quisiera ser;/ pero la vida está acabando/ y ya no es hora de aprender”.
Lo que no sabía el de la voz era que como espectáculo dominical se estaría en franca desventaja con el juego de futbol entre México e Irán de las 11 de la mañana, que al momento de arrancar la presentación en la sala Manuel M. Ponce debía andar en su segundo tiempo. E imaginaba a cuatro o cinco en la mesa y unos 15 o 20, a lo más, enfrente... pero fueron casi 40, aunque un optimista por halagar a Carballo contó 80 y tantos en las butacas, deseosos de oír un diálogo literario que los hiciera olvidar la fiebre pambolera. De esos 40 u 80, uno o dos tenían una radio portátil y a la vez que miraban como muy interesados hacia la mesa escuchaban por el audífono las incidencias del juego; y quienes estaban a su lado sabían por señas cómo iba el partido en Nuremberg, que al comienzo de la presentación estaba empatado a un tanto por escuadra.
El mismo Emmanuel Carballo debía tener cierta inquietud ya que en el Diario Público se declara futbolero cuando, un lunes de julio de 1966, lamenta que a sus amigos no les guste el balompié. Y habla del Mundial de Inglaterra. Leo: “La Copa del Mundo, que comienza este día, me ofrece la oportunidad de recuperar modos de ser de mi niñez y primera juventud y, sobre todo, me permitirá decidir si mis puntos de vista son válidos cuando el futbol pasa de deporte de provincianos a ser un espectáculo que reduce a una nación a la categoría de un pueblo de 4 000 o 5 000 personas. En este momento el espíritu provincial se identifica con el nacionalismo y durante quince días [lo que duraba entonces una Copa del Mundo] las naciones no serán más grandes ni menos inhibidas que los pueblos que todavía creen en Dios y el Diablo. En esta segunda quincena del mes de julio el mundo recuperará, a diferentes niveles, una infancia que muchos considerábamos muerta, sepultada y a salvo del milagro de la resurrección”.
Luego advierte que a partir de ese día se quedará en casa a ver y oír hablar de futbol; y en ratos perdidos promete leer algunos libros. Apuesta, al fin, por Portugal, equipo, dice, al que los enterados no conceden probabilidades de triunfo... pero que tuvo buen desempeño y conquistó la tercera posición, debajo de Inglaterra y Alemania, campeón y subcampeón.
He aquí, pues, un cambio significativo en la persona crítica de Emmanuel Carballo. Había que señalarlo y discutirlo: ¿por qué en 1966 dejó todo lo que tenía pendiente y se dedicó a ver el octavo campeonato mundial y este domingo 11 de junio de 2006, cuarenta años más tarde, se desinteresó por el partido de la selección mexicana, los poderosos “ratones verdes”, y presentó un libro justo cuando se jugaba el segundo tiempo de su debut mundialista?
La decisión de apostar por Portugal va antecedida de esta fórmula: “Como me gusta nadar contra la corriente”, que da una respuesta probable al enigma. En 1966 ir contra la corriente era ver futbol; hoy lo es no ocuparse del asunto y convocar a una reunión literaria.
Pese al ruido futbolero (según una seña femenina, para entonces 2-1), había que entrar en materia. Y con la consigna de que al crítico hay que criticarlo, dijo el de la voz a propósito del Diario Público que igual como Carballo apostó en 1966 por Portugal, tercero en la Copa del Mundo, lo hizo en los años sesenta por la literatura de José Agustín, Gustavo Sainz y Carlos Fuentes, y que esas apuestas no fueron del todo afortunadas, pues Agustín y Sainz están ya en la parte baja de la tabla literaria, y Fuentes, que parecía perfilarse como campeón, pelea en cada nuevo libro el descenso. Y aquellos por los que Carballo daba muy poco, como Juan García Ponce o Fernando del Paso, ofrecieron partidos extraordinarios y podría decirse que se coronaron.
También lamentó el de la voz que Carballo no haya respetado en el Diario Público la dieta cronológica que se impuso, de 1966 a 1968, pues metió forzadamente textos escritos con posterioridad, lo que a veces se señala entre corchetes (como comentarios fechados) pero otras no, por lo que perturba al lector tal desfase. ¿Qué es original y qué es añadido? Reescribió y robusteció hasta llegar a más de 500 páginas lo que de otro modo habría quedado quizá sólo en 300 pero como testimonio fresco y válido de la literatura mexicana de esos tres años, como si al video de un partido de futbol de 1966, el de la final entre Inglaterra y Alemania, digamos, se agregaran sin aviso previo jugadas de otras décadas para embellecerlo y alargarlo, lo que implica un disparate histórico, pues hace de la historia una ficción.
Ante esto se enfureció Carballo, quien lamentó que no hubiera ya críticos como él ni escritores como los que rescató en los años sesenta, aunque terminó aceptando que el mejor Fuentes no está en su narrativa sino en los ensayos; y que José Agustín no se desarrolló como escritor, aunque sí tal vez Sáinz... pero también lo molestó el halago discreto de los otros presentadores, por lo que optó por elogiarse a sí mismo. Alguien, a señas, informó que México ganaba a la poderosa escuadra de Irán con idéntico resultado al de la sala Manuel. M. Ponce: tres a favor, Carballo incluido, y uno en contra.
Junio 2006
Al recapacitar sobre las circunstancias extremas que rodearían a la presentación en Bellas Artes del Diario Público 1966-1968, de Emmanuel Carballo, con el alarido futbolero amenazante por la ciudad, recordó el de la voz un poema de Porfirio Barba-Jacob que acaso no tenía que ver directamente con el asunto pero que aportó a la memoria la cantinela con que arrancan las estrofas. Dicho sea de paso, en estos versos al final se duele Barba-Jacob de su homosexualidad: “Yo no sabía que la paz profunda/ del afecto, los lirios del placer,/ la magnolia de luz de la energía,/ lleva en su blando seno la mujer.// Mi sien rendida en ese seno blando/ un hombre de verdad quisiera ser;/ pero la vida está acabando/ y ya no es hora de aprender”.
Lo que no sabía el de la voz era que como espectáculo dominical se estaría en franca desventaja con el juego de futbol entre México e Irán de las 11 de la mañana, que al momento de arrancar la presentación en la sala Manuel M. Ponce debía andar en su segundo tiempo. E imaginaba a cuatro o cinco en la mesa y unos 15 o 20, a lo más, enfrente... pero fueron casi 40, aunque un optimista por halagar a Carballo contó 80 y tantos en las butacas, deseosos de oír un diálogo literario que los hiciera olvidar la fiebre pambolera. De esos 40 u 80, uno o dos tenían una radio portátil y a la vez que miraban como muy interesados hacia la mesa escuchaban por el audífono las incidencias del juego; y quienes estaban a su lado sabían por señas cómo iba el partido en Nuremberg, que al comienzo de la presentación estaba empatado a un tanto por escuadra.
El mismo Emmanuel Carballo debía tener cierta inquietud ya que en el Diario Público se declara futbolero cuando, un lunes de julio de 1966, lamenta que a sus amigos no les guste el balompié. Y habla del Mundial de Inglaterra. Leo: “La Copa del Mundo, que comienza este día, me ofrece la oportunidad de recuperar modos de ser de mi niñez y primera juventud y, sobre todo, me permitirá decidir si mis puntos de vista son válidos cuando el futbol pasa de deporte de provincianos a ser un espectáculo que reduce a una nación a la categoría de un pueblo de 4 000 o 5 000 personas. En este momento el espíritu provincial se identifica con el nacionalismo y durante quince días [lo que duraba entonces una Copa del Mundo] las naciones no serán más grandes ni menos inhibidas que los pueblos que todavía creen en Dios y el Diablo. En esta segunda quincena del mes de julio el mundo recuperará, a diferentes niveles, una infancia que muchos considerábamos muerta, sepultada y a salvo del milagro de la resurrección”.
Luego advierte que a partir de ese día se quedará en casa a ver y oír hablar de futbol; y en ratos perdidos promete leer algunos libros. Apuesta, al fin, por Portugal, equipo, dice, al que los enterados no conceden probabilidades de triunfo... pero que tuvo buen desempeño y conquistó la tercera posición, debajo de Inglaterra y Alemania, campeón y subcampeón.
He aquí, pues, un cambio significativo en la persona crítica de Emmanuel Carballo. Había que señalarlo y discutirlo: ¿por qué en 1966 dejó todo lo que tenía pendiente y se dedicó a ver el octavo campeonato mundial y este domingo 11 de junio de 2006, cuarenta años más tarde, se desinteresó por el partido de la selección mexicana, los poderosos “ratones verdes”, y presentó un libro justo cuando se jugaba el segundo tiempo de su debut mundialista?
La decisión de apostar por Portugal va antecedida de esta fórmula: “Como me gusta nadar contra la corriente”, que da una respuesta probable al enigma. En 1966 ir contra la corriente era ver futbol; hoy lo es no ocuparse del asunto y convocar a una reunión literaria.
Pese al ruido futbolero (según una seña femenina, para entonces 2-1), había que entrar en materia. Y con la consigna de que al crítico hay que criticarlo, dijo el de la voz a propósito del Diario Público que igual como Carballo apostó en 1966 por Portugal, tercero en la Copa del Mundo, lo hizo en los años sesenta por la literatura de José Agustín, Gustavo Sainz y Carlos Fuentes, y que esas apuestas no fueron del todo afortunadas, pues Agustín y Sainz están ya en la parte baja de la tabla literaria, y Fuentes, que parecía perfilarse como campeón, pelea en cada nuevo libro el descenso. Y aquellos por los que Carballo daba muy poco, como Juan García Ponce o Fernando del Paso, ofrecieron partidos extraordinarios y podría decirse que se coronaron.
También lamentó el de la voz que Carballo no haya respetado en el Diario Público la dieta cronológica que se impuso, de 1966 a 1968, pues metió forzadamente textos escritos con posterioridad, lo que a veces se señala entre corchetes (como comentarios fechados) pero otras no, por lo que perturba al lector tal desfase. ¿Qué es original y qué es añadido? Reescribió y robusteció hasta llegar a más de 500 páginas lo que de otro modo habría quedado quizá sólo en 300 pero como testimonio fresco y válido de la literatura mexicana de esos tres años, como si al video de un partido de futbol de 1966, el de la final entre Inglaterra y Alemania, digamos, se agregaran sin aviso previo jugadas de otras décadas para embellecerlo y alargarlo, lo que implica un disparate histórico, pues hace de la historia una ficción.
Ante esto se enfureció Carballo, quien lamentó que no hubiera ya críticos como él ni escritores como los que rescató en los años sesenta, aunque terminó aceptando que el mejor Fuentes no está en su narrativa sino en los ensayos; y que José Agustín no se desarrolló como escritor, aunque sí tal vez Sáinz... pero también lo molestó el halago discreto de los otros presentadores, por lo que optó por elogiarse a sí mismo. Alguien, a señas, informó que México ganaba a la poderosa escuadra de Irán con idéntico resultado al de la sala Manuel. M. Ponce: tres a favor, Carballo incluido, y uno en contra.
Junio 2006
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