miércoles, diciembre 02, 2015


Julio Farell, el "pequeño pintor", cumple 70 años

Hijo del escritor Francisco Tario y sobrino del pintor Antonio Peláez, un encuentro define la vocación plástica de Julio Farell (Ciudad de México, 1945). Ocurrió en Venecia. Tenía él seis años de edad. Después de la comida, sus padres acostumbraban la siesta; su hermano mayor, Sergio, iba con unos amigos a jugar futbol en una calle cercana. Julio se quedaba en unas mesas con sombrillas que estaban en la calle, frente al hotel, y para entretenerse dibujaba. Pasó un hombre de aspecto extraño, alto y delgado, el cabello negro al hombro (que en la época no se acostumbraba) y una camisa muy larga que traía por fuera del pantalón. Le llamó la atención lo que hacía el niño, se acercó y pidió que le mostrara sus libretas.
Así por varios días. En las tardes pasaba el hombre por ahí, se sentaba con Julio y platicaban; sobre todo, le daba consejos de cómo realizar algunos trazos y le calificaba los dibujos. Los encuentra así, una tarde, Carmen Farell, la madre de Julio, quien se asusta al ver a su hijo con un desconocido.
—Señora, no se preocupe: soy pintor, me llamó Emilio Vedova, como su hijo estaba dibujando me acerqué a verlo. Tiene muchas facultades, de grande debía ser pintor. Aprovecho que está usted aquí porque el sábado tengo una fiesta y quiero invitar a su hijo.
—¡Pero si sólo tiene seis años!
—Usted también está invitada, por supuesto.
En la casa de Emilio Vedova había todo tipo de artistas locales. El pintor les habló de su encuentro con el niño y de la facilidad que tenía Julio para trabajar con las manos. Le dio una bola de plastilina con la que armó, al instante, una cabeza de caballo.
Pasó la fiesta. Pasó el tiempo. Fueron diez años, más o menos, en los que esa amistad se mantuvo por correspondencia. Cambiaron las direcciones y se perdieron la pista, como por otra década o más. Mientras tanto Julio, en efecto, se volvió pintor, y su obra es conocida sobre todo en Europa. Del Julio Francisco Peláez Farell que lo identifica civilmente, optó por el primer nombre y el apellido materno para firmar sus cuadros. Expuso en España y Francia obras de gran formato con paisaje urbano.
Le surgió la oportunidad de una gira por Italia. Volvió así a Venecia, donde se vio un día paseando por la Bienal de esa ciudad y se topó con todo un pabellón dedicado a Emilio Vedova. Preguntó por él y le dijeron que por ahí andaba. Traía Julio, entre sus pertenencias, un primer catálogo de obra suya en el que refería su encuentro con el artista italiano. Se lo dejó en un sobre y escuchó luego cómo lo voceaban; volvió a buscarlo. “Se acaba de ir”, le dijeron. Al salir de la Bienal vio un círculo de periodistas y en el centro estaba Vedova. Se acercó, esperó a que terminaran las entrevistas y le dijo que si podían hablar…
—¿De qué se trata?
—Es largo de explicar. Ese sobre que trae usted en las manos yo se lo dejé.
—Espéreme en el pabellón de Italia.
Así lo hizo. Vedova abrió el sobre, leyó en el catálogo la historia, se conmovió y dijo:
—¡Es usted el pequeño pintor! Finalmente sí se dedicó a la pintura, me hizo caso. ¿Ha expuesto?
—En España y Francia; ahora expondré en Milán.
Vedova le dedicó a Julio Farell el catálogo de la Bienal de Venecia. Actualizaron sus direcciones y se despidieron con un gran abrazo. Con ese último encuentro, el círculo se cierra.
El “pequeño pintor” acaba de cumplir 70 años. Hay obra suya en los museos de arte contemporáneo del Alto Aragón y Vilafamés, en el Jovellano, en el de Bellas Artes de Granada, en el Municipal de San Telmo, en el de La Rioja… Desde que regresó a vivir a México, ha expuesto en distintos foros (como el Polyforum Cultural Siqueridos o diversas galerías de la Universidad Autónoma Metropolitana); es, además, profesor de artes plásticas en varias escuelas.
En 1982, con motivo de la Feria ARCO, escribió sobre su trabajo plástico el poeta Hugo Gutiérrez Vega: “Por las calles circulamos, en ellas reunimos nuestras soledades, encontramos desesperación y alegría, miramos sin mirar y, de repente, en una vieja puerta, en un canalón despintado o, más bien dicho, pintado por el tiempo, encontramos nuestra pequeña historia y la gran historia del hombre, su habitáculo y sus trabajos cotidianos. Así de humilde es la obra de este artista que nos devuelve el sentido profundo de las cosas pequeñas”.
Dice al fin Julio Farell:
—El que yo sea artista se debe, sin duda, al apoyo familiar, pero también al interés que despertó en un pintor ya consagrado mi creación artística. Eso motivó que desde chico todo lo que fuera arte me gustara.

Octubre 2015

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