el diario de la escritura de una novela
Los detalles de esta historia han sido ya referidos en diversas fuentes, e incluso hay un par de filmes que recrean estos sucesos (Capote, Bennet Miller, 2005; e Infamous, Douglas McGrath, 2006), en los que Philip Seymour Hoffman y Toby Jones hacen inquietantes personificaciones de Truman Capote (el primero mereció un premio Oscar). Mucho de lo que sabemos se debe al dedicado biógrafo del escritor, Gerald Clarke. El comienzo es simple: la mañana del 16 de noviembre de 1959 Capote leyó el siguiente encabezado en la página 39 del New York Times: “Rico granjero y tres miembros de su familia asesinados”. Decía la nota: “Un adinerado agricultor, propietario de campos de trigo, su esposa y sus dos hijos han sido hallados muertos hoy en su casa. Les habían disparado a bocajarro con una escopeta después de ser atados y amordazados”.
Ahí vio Capote la semilla de un buen reportaje literario; y logró viajar a Kansas como enviado del semanario The New Yorker, en el que colaboraba. Convenció a su amiga Harper Lee, entonces autora inédita, para que lo acompañara. Entre tanto, los asesinos de la familia Clutter, Dick Hickock y Perry Smith, fueron arrestados el 30 de diciembre, llevados a juicio, encontrados culpables y sentenciados a muerte en marzo de 1960.
“Esto es más que un reportaje, es un libro”, habrá pensado Capote. Y, desafiando las leyes de la física periodística (según las cuales lo escrito hoy se publica mañana mismo o a más tardar la próxima semana), dedicó los siguientes cinco años de su vida (con estancias en España y Suiza) a lo que pronto habría de bautizar como In Cold Blood… Demoró tanto el cocimiento como lenta fue la espera para que se ejecutara la sentencia. Fueron vías paralelas: el ahorcamiento de Hickock y Smith ocurrió el 14 de abril de 1965, con Capote como testigo; luego, The New Yorker publicó la obra en cuatro entregas en el otoño de ese año. Y el tomo, en pasta dura (bajo el sello de Random House), salió a la venta en enero de 1966. Dice Gerald Clarke: “El libro obtuvo la recepción con que sueña todo escritor: elogios casi universales, unas ventas formidables y una fama que de costumbre está reservada sólo a las estrellas de cine”.
El parto no fue sencillo. Mientras Capote escribió A sangre fría, en esos largos años de exilio, muchas cosas sucedieron en los Estados Unidos. Por ejemplo: Harper Lee publicó su primera novela, Matar un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, 1960), con la que ganó el Pulitzer, que se convirtió también en una cinta exitosa; murió además no un ruiseñor, sino una bella actriz, Marilyn Monroe, en condiciones misteriosas; ocurrió la crisis de los misiles, como un episodio más de la Guerra Fría; y el presidente John F. Kennedy fue asesinado… Y alrededor de Capote ocurrieron algunos hechos también preocupantes, como accidentes automovilísticos, tormentas, inundaciones o incendios forestales. De esto último, con la posibilidad de que se prendiera la casa en que habitaba por el fuego de una finca vecina, rescató lo que llevaba escrito y los materiales de apoyo de su “libro de Kansas”, como lo llamaba.
De la correspondencia de Capote (Un placer fugaz, 2013), al extraer pasajes referidos a la construcción de A sangre fría se obtiene algo así como el diario de la escritura de la novela. Para armar esa bitácora omito, pues, a quién se dirige la carta y conservo las fechas. Sigamos al autor en ese recorrido.
28 de abril de 1960
…lo del robo en Syracuse era realmente hilarante: voy a guardar la lista de objetos robados; puede que la use para el libro que, por cierto, he empezado a escribir esta misma mañana.
Principios de junio de 1960
Nunca en la vida había trabajado tanto, pero me va a salir un libro muy bueno… aunque será largo, vaya si lo será.
Mediados de junio de 1960
Alvin llevaba razón cuando dijo: “¿Cómo conseguirás hacer un libro sobre todo este caos?” Bueno, puede que tarde años, pero será todo un libro. Aunque es como hacer encaje de bolillos…
20 de junio de 1960
Como dije: el trabajo va bien pero muy lento. Es como hacer un elaborado punto de cruz. He prometido entregar el manuscrito final dentro de un año, a partir de octubre.
27 de junio de 1960
A mí me va bien. Vivo en plena tranquilidad; no veo a nadie, literalmente; y estoy volcado por completo en In Cold Blood. Estoy tan entusiasmado como siempre. No, aún más. Va a ser una obra maestra: lo creo de verdad. Porque si al final no lo es, entonces no valdrá nada y habré malgastado dos o tres años. Pero estoy muy confiado, y no siempre ha sido así.
25-31 de julio de 1960
Es que no quiero volver a casa hasta que haya terminado el libro de Kansas, y como es muy largo (creo que serán unas 150.000 o 200.000 palabras), puede que tarde otro año o incluso más. Tampoco me importa mucho: tiene que ser perfecto, y por eso me estimula tanto y estoy completamente dedicado a él. Si tengo la suficiente paciencia, podría ser una especie de obra maestra: el material es de primera, y he recopilado una gran cantidad (más de 4.000 páginas de anotaciones mecanografiadas). A veces, cuando pienso en lo bueno que puede llegar a ser, casi me cuesta respirar. Vaya, todo este asunto fue la experiencia más interesante de mi vida, y sin duda ha cambiado mi vida, ha alterado mi punto de vista sobre casi todo. Esto es una Gran Obra, y por mucho que fracase, saldré ganando.
6 de septiembre de 1960
He trabajado con constancia y muy intensamente en el libro de Kansas. Lo aborrezco, aborrezco tener que lidiar con estos materiales y hacer el esfuerzo día tras día, pero me tiene absorbido y dedicado por completo, estoy involucrado emocionalmente a un nivel que en pocas ocasiones he experimentado.
Quiero quedarme en el extranjero hasta que termine el libro, así que es posible que no vuelva a casa hasta el otoño del año que viene.
15 de septiembre de 1960
Me figuro que tardaré unos dos años más en terminar el libro, y no sé si podré aguantar tanto tiempo sin sufrir un colapso. Además, es tan atroz que no sé quién va a ser capaz de leerlo.
22 de septiembre de 1960
He trabajado a buen ritmo. No podría ser más difícil, ni ir más lento, pero lo que hasta ahora tengo hecho me parece bastante bueno. Sigo en contacto permanente con Kansas; han ocurrido muchas cosas (demasiadas para contar en una carta). Perry y Dick aún esperan el resultado del recurso, aunque Perry empezó una huelga de hambre que lo ha hecho pasar de 75 a 50 kilos, y no creo que llegue vivo a la horca. De todos modos, ya ha perdido la razón: cree que se puede comunicar directamente con Dios, y que Dios es un gran pájaro que revolotea encima de él y está a punto de acogerlo en sus alas. El viejo señor Hickock ha muerto de cáncer. Vaya historia más espeluznante y terrible. Esta es la última vez que escribo un “reportaje”.
10 de octubre de 1960
He terminado la primera parte del libro (que tendrá cuatro partes), y son más de 35.000 palabras, ¡más de la mitad de la extensión de un libro normal!
17 de octubre de 1960
He terminado, o casi, la primera parte de mi libro, que tiene más de 35.000 palabras. En total va a tener unas 125.000, más o menos el doble que un libro normal. Ahora me pregunto si en The New Yorker lo van a poder sacar. Nunca habría pensado que yo, de entre todos los escritores, fuera a tener problemas con la extensión. De hecho, está escrito de una forma muy compacta, y no se puede acortar (lo he intentado). Bueno, si no me pongo de acuerdo con Shawn (y me imagino que lo van a pensar bastante antes de dedicar cuatro números enteros a este proyecto, sobre todo porque no es una lectura “fácil” ni demasiado “entretenida”, en el sentido en que se usan normalmente estas palabras), mi único remordimiento será que he gastado más de 8.000 dólares durante la investigación, que no voy a poder devolver. Pase lo que pase debo seguir con el libro. Supongo que sonará pretencioso, pero me siento en la obligación de escribirlo, aun cuando los materiales que barajo me dejan cada vez más exhausto y paralizado, por no decir horrorizado. Cada noche tengo pesadillas. De verdad que no sé cómo pude ser tan insensible.
9 de noviembre de 1960
Verbier es un pueblo muy bonito, muy aislado, muy saludable, extremadamente nevado e insufriblemente aburrido. Pero no he venido hasta aquí, como se dice, a buscar diversión. Sólo a probar suerte y seguir con el libro; ya he escrito 35.000 palabras y aún me quedan 70.000: todo cuesta arriba y el aire está cada vez más enrarecido. Este será mi último intento en el mundo de los reportajes; y en cualquier caso, si salgo vivo de esta, habré dicho todo lo que tengo que decir sobre el género. Mi interés por él siempre ha sido completamente técnico; no me parece, ni me ha parecido nunca, que a esta disciplina le hayan dado alguna vez forma artística. Creo que In Cold Blood (el título del libro) tiene bastantes oportunidades de convertirse en una obra de arte. Por desgracia, estoy demasiado implicado emocionalmente con el material; por Dios, ojalá se acabe esto. Por una parte, me gustaría volver a casa, pero por la otra, me he prometido no hacerlo hasta que el libro esté acabado.
24 de noviembre de 1960
Sí, la tercera parte (de nuestro libro) será tan extensa como la primera; y las otras dos no son especialmente cortas. En cuanto a la dificultad relativa de todas ellas, bueno, todas lo son, que yo sepa.
16 de enero de 1961
He vuelto a trabajar en el libro. Ahora ya lo han contratado siete editoriales extranjeras: en Inglaterra, Francia, Italia, España, Alemania, Polonia y Japón.
12 de febrero de 1961
Sigo aquí, y con el trabajo, pero ahora está la dificultad añadida de que he tenido que dejar el tabaco (a causa de una grave intoxicación de nicotina que me ha afectado al corazón). De todas formas, el libro continúa su camino y yo sigo completamente absorbido por él.
29 de junio de 1961
Pensar que tengo que pasar otro año o más esperando que el juicio [de Hickcock y Smith] se resuelva me deprime enormemente.
4 de julio de 1961
Voy por la mitad del libro, y creo que debería quedarme en el extranjero hasta que lo acabe; pero a lo mejor no.
11 de julio de 1961
Mi libro se está convirtiendo, poco a poco, en un libro. De no ser porque he estado enfermo, aún habría avanzado más. Con todo, no puedo estar insatisfecho. Pero no te imaginas la cantidad de correspondencia que requiere el asunto: estoy en comunicación diaria y directa con siete u ocho personas en Kansas.
Agosto de 1961
Me temo que todavía queda otro año de trabajo en el libro; con eficiencia y la más firme de las suertes, podría tenerlo acabado en un año a partir de septiembre.
16 de agosto de 1961
¿Cuándo se pronunciará el tribunal sobre el segundo recurso? Dios mío, ojalá supiera cuándo acabará todo este maldito asunto.
2 de noviembre de 1961
El señor Shawn, que ha leído 60.000 palabras del manuscrito (que es un poco menos de la mitad) y cree que es “con mucho, el mejor trabajo” que he hecho, me preguntó el otro día en una carta: “Todos esos Dewey [la familia de Alvin Dewey, detective encargado del caso Clutter], los cinco (incluyendo el gato), ¿son de verdad tan encantadores, amables e inteligentes?” La respuesta fue: sí, por supuesto.
4 de noviembre de 1961
Estoy hundido en la desesperación. Hay novedades muy lamentables. Ya hace año y medio que condenaron a los chicos, y ahora, de repente, a causa de alguna putada legal, parece que va a haber un NUEVO JUICIO. Lo que significa que pueden pasar otros dos años ante de que el maldito asunto quede sentenciado y yo pueda acabar el libro. Es deprimente, me repatea. A ver qué pasa.
9 de diciembre de 1961
Si hay un nuevo juicio, y todo apunta a que el asunto se alargará como mínimo otros dos años, voy a tener que abandonar el proyecto. Sería una decisión espantosa, después del tremendo trabajo, el dinero y el tiempo que he invertido (y con el libro más allá de la mitad). Pero no me puedo permitir, ni siquiera con el apoyo económico de The New Yorker, un retraso tan largo. Ni tampoco podría soportarlo mentalmente: este tipo de trabajo creativo y prolongado me mantiene en una constante tensión nerviosa, y cuando se le añaden todas estas incertidumbres y angustias, la presión ya es insostenible. Todas y cada una de las mañanas vomito por las tensiones que me produce estar escribiendo este libro. Pero valen la pena, porque es el mejor trabajo que he hecho en mi vida. Dios, ya no sé qué hacer. Por el momento, intentaré seguir adelante y esperar a ver qué pasa. Desde luego, no tengo intención de darme por vencido hasta que me vea forzado a hacerlo.
9 de febrero de 1962
Fui a ver a los asesinos a la prisión de Lansing. Fue una vivencia extraordinaria y terrible.
25 de febrero de 1962
Me inquieta bastante el grado de obsesión que he alcanzado con este libro. Apenas pienso en otra cosa. Lo raro es que odio darle forma, es decir, tener que escribirlo. Sólo quiero pensar en ello. O mejor dicho, no quiero darle vueltas, pero no puedo evitarlo. A veces entro en una especie de estado de trance que dura cuatro o cinco horas. Calculo que me quedan otros dieciocho meses para acabar. Para entonces, ya estaré bastante loco.
26 de abril de 1962
Espero tener acabado el ochenta por ciento del libro por Navidad, o incluso antes. Si es así volveré a casa, para bien o para mal, e intentaré terminarlo allí. En cualquier caso, quiero estar más cerca de Kansas. Nada podría haberme obligado a llevar esta vida fantasmal excepto el libro. ¡Dios, más vale que sea una obra maestra!
28 de abril de 1962
El Tribunal Supremo de Kansas ha denegado la apelación, y se espera que la primera semana de julio los jueces determinen una nueva fecha para los ahorcamientos. Por supuesto, eso queda al margen de lo que diga el Tribunal Federal, pero tengo entendido que el abogado de la defensa va a abandonar el caso. Así que no sé qué pasará. El consenso en las opiniones legales es que se va a disponer algo definitivo en los próximo doce meses.
Recibí carta de Perry Smith: realmente fantástica, de cincuenta páginas. De algún modo logró convencer a un guardia para que la sacara a escondidas de Lansing y me la enviara.
14 de mayo de 1962
Me siento aprisionado por In Cold Blood, y dudo que sea capaz de escribir otra cosa hasta que haya acabado el libro. Es como una enfermedad: no puedo soportar “escaparme” de él, por decirlo de algún modo. Y las últimas cuatro mañanas me he despertado con una sensación de tristeza horrible, por mucho que tenga claro que ahora debo Concentrarme en Otra Cosa. Por desgracia, la simple y llana verdad es que no puedo.
3 de junio de 1962
Probablemente, volveremos a casa después de Navidad, aunque no lo puedo asegurar del todo. Depende de cómo vayan las cosas en Kansas. Es casi increíble ver cómo el caso se alarga y alarga. Nada va a poder compensar la cantidad de trabajo y sufrimiento que he dedicado a este libro.
15 de junio de 1962
Trabajo cada día y no veo a nadie. Se supone que la semana que viene el Tribunal Supremo de Kansas fijará nueva fecha para la ejecución de Perry y Dick, presumiblemente el 1 de octubre. De todos modos, estoy convencido de que les van a dar otro aplazamiento. Parece ser que casi todos los juristas creen que todavía van a seguir vivos otros ocho meses más o menos.
27 de junio de 1962
En lo que se refiere al libro, aún me queda un largo camino por recorrer, otro año o quizá dos.
27 de junio de 1962No es verdad que haya estado trabajando siete años en mi último libro. Sólo tres, y aún me queda otro para acabar. Es muy largo, y mis editores creen que es, con mucho, lo mejor que he escrito.
8 de agosto de 1962
Ayer pasó una gran aventura: un incendio forestal quemó la finca de al lado de la nuestra y casi nos engulló. Cuando los bomberos (eran casi 400) nos dijeron que teníamos que abandonar la casa, lo único que cogí fue El Libro y todo el material relativo a él. Pero la casa se libró del fuego, gracias a Dios.
4 de septiembre de 1962
Es horrible por mi parte ponerme tanto “de los nervios”, pero me he involucrado tanto con este libro que ha llegado un punto en que de lo que salga va a depender todo mi futuro como artista, y tanta incertidumbre afectando a la obra, pues bien, acaba desmontándome.
10 de septiembre de 1962
Sigo trabajando en la tercera parte (de las cuatro): es la más larga, unas cuarenta mil palabras, y cuando la acabe (espero que en febrero) voy a ir directo a casa. Para entonces, ya estarán escritas tres cuartas partes del libro, y la última la redactaré allí. Evidentemente, no puedo terminarlo hasta que el caso alcance un final jurídico, ya sea la ejecución de Perry y Dick (el final más plausible), o la conmutación de la pena (altamente improbable). Con las apelaciones pendientes de resolución en el Tribunal Federal, el asunto aún se puede alargar hasta el próximo verano, por lo menos.
No obstante, es verdad que se trata de la obra más difícil que haya escrito en mi vida (vaya si lo es), algo doloroso con lo que he convivido día y noche largo tiempo. Pero habrá valido la pena: lo sé.
8 de octubre de 1962
Por Dios, ¿se dan cuenta de que pronto hará tres años que empezó todo esto? Sí, por entonces yo era un tipo joven y apuesto, pero para cuando acabe el libro seré un cuarentón gordo y calvo. Sabe Dios que voy camino de eso.
15 de octubre de 1962
En fin, estoy de nuevo embebido por mi libro interminable, que va camino de llegar a su cuarto año.
5 de diciembre de 1962
He vuelto al trabajo en el libro con energías renovadas y la cabeza despejada. Estaba realmente cansado, pero la escapada a París y Londres me ha venido de maravilla.
11 de diciembre de 1962
No sé cuándo va a publicarse mi libro. Pero aún falta un año o más. Es bastante extenso, quizá tengo ya el ochenta por ciento acabado.
26 de diciembre de 1962
Mi trabajo sobre Kansas va muy bien: estoy muy satisfecho, aunque exhausto.
11 de enero de 1963
Mi libro pronto estará acabado en dos terceras partes (algo más de 100.000 palabras), y me muero por irme de aquí.
4 de febrero de 1963
Cada mañana me levanto a las tres o a las cuatro para trabajar. Ahora son las cuatro. Pero ¡ayer acabé la tercera parte! Nunca en mi vida había trabajado tan duro. Ha quedado como quería, que es mucho decir. Pero estoy exhausto, tenso como nueve pianos recién afinados. No sé cómo voy a recargar energías para escribir la cuarta y última sección, que me va a robar al menos otro año. Ojalá pudiera, por un solo momento, vaciar de todo ello el alma, el corazón y la cabeza.
14 de febrero de 1963
He acabado la tercera parte, y los días siguientes lloré sin control: había estado sometido a una tensión espantosa.
15 de febrero de 1963
La semana pasada le envié al señor Shawn la tercera parte del libro. Me mandó el siguiente telegrama: “Una obra maestra. Una obra de arte que la gente seguirá leyendo dentro de doscientos años”.
17 de septiembre de 1963
Estoy en un estado espantoso, tenso y con ansiedad. La apelación de Perry y Dick para un Nuevo Juicio está pendiente de resolución en el Tribunal Federal: si lo consiguen (el nuevo juicio) voy a sufrir una crisis nerviosa, seguro. La Vista es el 9 de octubre y la decisión será comunicada hacia el 15. De hecho, no creo que lo consigan, pero nunca se sabe. En fin, si todo va bien debería acabar el libro en primavera. Si es que llego vivo.
22 de agosto de 1964
In Cold Blood está casi acabado.
28 de diciembre de 1964
Verdaderamente llevo una vida espartana: me levanto a las cinco de la madrugada, voy trabajando a ratos durante todo el día, a las seis y media de la tarde me tomo unas copas, ceno a las ocho y me voy a la cama a las nueve.
27 de enero de 1965
Estoy terminando las últimas páginas del libro: me lo tengo que sacar de encima pase lo que pase. Ya casi me importa una mierda lo que suceda. Está en juego mi cordura, y no lo digo a la ligera.
18 de febrero de 1965
Salvo por una página o dos de vital importancia, hoy he terminado el libro: irónicamente, el día 18. Estoy exhausto. Vuelvo a casa en unas tres semanas.
20 de febrero de 1965
Ayer acabé In Cold Blood, sólo quedan unos cuantos párrafos. Va en serio que son sólo unos párrafos.
20 de febrero de 1965
Sí, es verdad que he terminado el libro, con la excepción de unos cuántos párrafos vitales. La cuarta parte tiene 140 páginas. Shawn me ha telegrafiado: “Incomparable. Una auténtica obra maestra”. Bueno, como mínimo ya existe, aunque la he parido con el agua al cuello.
19 de abril de 1965
El caso está cerrado, y mi libro saldrá el próximo enero. Perry y Dick fueron ejecutados el martes pasado. Lo presencié porque así lo quisieron ellos. Fue una experiencia horrible. Es algo de lo que nunca me recuperaré.
16 de junio de 1965
Terminé las últimas páginas de mi libro hace tres días. Alabado sea Dios. De repente, es increíble volver a sentirse libre (relativamente) tras todos estos años y más años de tensión y envejecimiento. De momento, siento que me han despojado de algo. Pero se agradece. ¡Nunca más!
20 de septiembre de 1965
He pasado unos días frenéticos. La primera entrega de mi libro sale en el New Yorker de esta semana. Se hace difícil creerlo, después de tantos años. Estoy demasiado inquieto y tenso para quedarme aquí sentado, de modo que me voy a Nuevo México a pasar dos semanas, yo solo.
Enero 2016
Etiquetas: A sangre fría, Harper Lee, In Cold Blood, Philip Seymour Hoffman, The New Yorker, Toby Jones, Truman Capote, Un placer fugaz
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