martes, febrero 14, 2006

LA NOCHE OSCURA DEL ALMA

Otra serie excepcional en la novela gráfica es la de Alien, surgida a partir de la cinta de Ridley Scott de 1979 y sus continuaciones pero, sobre todo, como un homenaje de los historietistas a los diseños del artista suizo H. R. Giger realizados para ese filme, entre otros la creación de esa especie de dragón de doble quijada con textura metálica que acecha por las partes oscuras de las naves espaciales o en los pasillos de las colonias extraterrestres, fundido o confundido con las tuberías.
Si en cuanto al cine hay ya cinco largometrajes, cuatro de ellos protagonizados por Sigourney Weaver en el papel de Ellen Ripley, en el cómic hay docenas de historias de lo más inquietantes y con un espectro muy amplio: desde la reflexión religiosa sobre lo divino y lo maligno (en Sacrificio, de Peter Milligan y Paul Johnson; y Salvación, de Dave Gibbons, Mike Mignola y Kevin Nowlan) o la visita lúdica a ese universo terrorífico (como el Earth Angel de John Byrne o el Platinum, con artistas varios que arman rápidas ficciones sobre el Alien), hasta la recreación imaginativa de lo que se vio en la pantalla (como El cuento de Newt, de Mike Richardson, Jim Somerville y Brian Garvey, a partir del Aliens de James Cameron) o los duelos inesperados con Supermán (Dan Jurgens y Kevin Nowlan), Linterna verde (Ron Mars, Rick Leonardi y Mike Perkins), Batman (Ron Marz y Bernie Wrightson), WildC.a.t.s (Warren Ellis, Chris Sprouse y Kevin Nowlan) y los encuentros con el Depredador (como La más mortal de las especies, de Chistopher Claremont, Jackson Guice y John Beatty; y Eterno, de Ian Edginton y Alex Maleev), en uno de los cuales interviene incluso Terminator (Mark Schultz, Mel Rubi y Chistopher Ivy).
La misma condición terrible de la bestia lo hace una figura atractiva para el cómic, y en el contexto en que se le inserte causará gran caos. Sus afanes de muerte, sin embargo, van a la par de su instinto reproductivo, de su necesidad de perpetuarse, de sobrevivir, y en esto último la saga de los Aliens tiene un nacimiento fechado. En Rastros de carmín: una historia secreta del siglo XX, propone Greil Marcus que si el santo y seña de los años sesenta fue la “aventura” y el “riesgo”, el de la década siguiente fue la “supervivencia”, cuando se convirtió “cualquier acto de estabilidad profesional (conservar un empleo, seguir casado, permanecer fuera de un hospital mental, o sencillamente no morir) en un acto de heorísmo”. Así, en los setenta “la supervivencia era la verdadera vida”, aunque denominada por el psicoanalista Bruno Bettelheim en 1976 como una “supervivencia completamente vacía”.
Los Aliens son eso, máquinas o animales de sobrevivencia, pero lo serán también por necesidad quienes se les enfrenten, por ejemplo Ellen Ripley, que resurge de las cenizas por la ciencia de la clonación del tercer al cuarto filme. Otro elemento de la serie es lo femenino. En el proceso de preproducción del largometraje inicial se decidió cambiar de héroe a heroína, y esto propició un salto o sobresalto de muchos símbolos (Sigourney Wever como primera protagonista de una cinta de acción) y afectó la forma de entender a los Aliens: en el filme de Cameron se da una lucha entre dos maneras de asumir la maternidad, la de una Ripley huérfana que adopta a la huérfana Newt, y la del Alien que las persigue, la abeja reina cuya función principal es poner huevos, que vive o sobrevive para reproducirse. Este motivo se desarrollará en las cintas siguientes.
Supervivientes o, mejor, supervivientas, en el universo de los Aliens las hembras imponen su fortaleza. En la novela gráfica Sacrificio, por ejemplo, la predicadora Ann Mckay llega a un planeta a donde ha caído también, meses atrás, un Alien; los humanos que habitan ese planeta encuentran la forma de mantenerse con vida al ofrecer al animal, a cada tanto, a manera de sacrificio ritual, pequeños bebés clonados, de fabricación casera. Así, el apetito del Alien se sacia y ellos consiguen burlar a la muerte. Espanta a la predicadora lo monstruoso que anida en los humanos, y decide enfrentarse al animal que suele poblar, cada noche, su mal sueño. La contraportada muestra, por cierto, un dibujo en el que Ann Mckay es sorprendida por un Alien mientras duerme, que es una versión de aquellos cuadros de Fussele o Füssli, pintor suizo del siglo diechocho, con un elfo que se recuesta sobre el pecho de la durmiente. Ese monstruo de Füssli, dice Jorge Luis Borges, “es la pesadilla”. El Alien de las historietas, habría que agregar, lo es también.
Uno de esos cuadros de Füssli ilustra el volumen Siete noches, de Borges, en la edición del Fondo de Cultura Económica, que reúne siete conferencias dictadas por el escritor en 1977, en una de las cuales se adentra Borges en los terrores del sueño y se detiene en esta idea, compartida por varias culturas, de un demonio que causa la pesadilla. La palabra inglesa nightmare suele ser entendida como “yegua de la noche”, por ejemplo en Shakespeare se habla de the nightmare and her nine foals, “la yegua de la noche y sus nueve potrillos”; pero según los etimólogos la raíz viene de niht mare, el demonio de la noche. En el cuadro de Füssli, en tal caso, están el elfo y la yegua, cuya testa parece flotar en la penumbra.
Los Aliens son elfos y son yeguas, bestias que se reproducen en la noche más oscura del alma, sobrevivientas del vacío: el terror en estado puro.

Febrero 2006

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